jueves, diciembre 03, 2009

Presunto culpable

La noticia saltó de repente. Una niña de tres años, maltratada brutalmente, quizá violada, había ingresado en la sala de urgencias de un hospital. Su padrastro fue detenido como presunto culpable. De hecho, en todos los delitos se debe emplear el término “presunto” aunque le demos el tratamiento de “probado”. No me extrañaría que hasta los objetos inanimados empezaran a llevarlo: “el presunto detenido fue presuntamente esposado y llevado presuntamente en un presunto coche de policía”. Es irrelevante. Esos “presuntos” no impiden que alguien sea linchado por la opinión pública en nombre de las buenas conciencias. Para agravar el asunto, la niña fallece a los pocos días. La foto del “presunto” es exhibida en primera plana en casi todos los periódicos: “Este es el rostro del asesino de la niña”. Ni “presunto” ni nada. La indignación es enorme. Y comprensible. Si este hombre hubiera sido soltado a las puertas del juzgado, seguro que habría sido linchado allí mismo.

Pero hete aquí que de repente las heridas del posible maltrato fueron causadas por una caída de un columpio. Las supuestas quemaduras eran reacciones alérgicas. Los desgarros internos fueron producidos por las maniobras de reanimación. Queda probado que no hubo ninguna clase de abuso sexual. El acusado es puesto en libertad sin cargos. Hay que dar marcha atrás de inmediato, entonar el mea culpa. Son las consecuencias de una sociedad mediática en la que hay que correr para ser el primero en dar una noticia. No se puede uno quedar atrás en la actualidad informativa. Todo sucede deprisa y tiene que ser comunicado de inmediato, sin vacilar. A la gente hay que decirle lo que quiere oír. Un caso así no puede dejarse pasar. Hay que exprimirlo. Hablar de la pena de muerte, de la protección a la infancia, rescatar otros temas que nos sirvan para “enriquecer” el debate…

Todo esto me ha hecho recordar una película interpretada por Martin Sheen y dirigida por Mike Robe en 1986 para la televisión, titulada “Noticias a las once”. Narra la historia de un periodista que no está de acuerdo con la política de su cadena: un canal de televisión local que necesita subir sus índices de audiencia y está dispuesto a recurrir al sensacionalismo. El modo en que su jefe quiere presentar el caso de un profesor que ha sido detenido, acusado de abuso a una menor, pone a prueba sus principios. Los dilemas que plantea siguen estando de máxima actualidad.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ahora mismo me acabo de dar de baja en el facebook, por lo mismo. Vivimos en un relativismo moral que no aguanto: el sensacionalismo sobre los hechos, los autores sobre los libros, las mentiras sobre la verdad. Dejo el facebook para los que quieran figurar o ligar. Un abrazo, Angeles

Elena dijo...

Lo que ha sucedido con este hombre es una prueba de hasta dónde estamos llegando en cuanto a sensacionalismo se refiere. La reacción popular era de esperar, al menos a mí no me sorprendió. Lo que sí me asusta es que todos los indicios que apuntaban a un posible maltrato tuvieron que salir de alguna fuente fiable (policía, médicos), que claramente no hicieron bien su trabajo. Si a eso sumamos el deseo de los medios por encontrar carnaza fácil, el efecto bola de nieve está servido. Ahora lo justo sería dedicarle el mismo espacio en todos los medios a desmentir lo ocurrido, a lavar la imagen de este hombre. Veremos si ello sucede así.

Un abrazo

El Doctor dijo...

Y lo bueno del caso es que todo eso se olvida en un par de días,a escepción de la víctima.Un suceso es sepultado por otro suceso, y, así,sucesivamente.Ya no se trata de si la era de la información informa o no,ya todos sabemos o deberíamos saber,que no todo lo que se cuenta es verdad,sino el propio olvido de lo que se informa,sea cierto o no.

Un fuerte abrazo Miguel.

Clarice Baricco dijo...

Y pensar que lo mismo pasa por acá. Muy pertinente tu observaciòn sobre la palabra.

Abrazos.

Francisco Ortiz dijo...

Sociedad de la imagen, de las bajas pasiones -no es casualidad que los programas del corazón sean tan vistos-, del pensamiento instantáneo y visceral -que tanto interesa al mundo político-. Y creemos que somos libres... Insisto: sin verdadero compromiso, sin verdadera fraternidad casi todo el resto de conceptos y palabras queda vacío e inútil.