Esta cita tiene lugar en el Museo Esteban Vicente. Teresa Sanz sustituye como moderadora a Emilio Manzano, porque éste no ha podido llegar a tiempo. Entre el público veo a Antonio Orejudo, Rodrigo Fresán, Gonçalo M. Tavares y Alan Pauls.
Son presentados como representantes del nuevo panorama español, ante lo cual Lolita Bosch adopta una actitud de descreimiento y dice estar un poco harta de las clasificaciones. La actual Generación Nocilla, como se la denomina, tomando como referencia el titulo del libro de Fernández Mallo “Nocilla Dream”, sólo tienen en común la edad, pero en realidad en ese grupo hay gente con tradiciones literarias muy distintas.
Agustín Fernández Mallo habla con desenfado, con un ligero aspecto de dudar de todo lo que dice, lo cual utiliza para decir las cosas sin rodeos. Sobre este tema lo primero que apunta es que él todo esto de las generaciones se lo toma a coña, como una cuestión de marketing. Pero bueno, en todo caso, es cierto que los miembros de una misma generación comparten referentes, gustos, un imaginario colectivo… y en ese sentido sirven como pulso de lo contemporáneo.
Gabi Martínez dice que resulta interesante analizar las estéticas y carencias de esta generación. Cita como referencia importante los libros de Eloy Fernández Porta (“Afterpop”), y el de Vicente Luís Mora (“La luz nueva”). También menciona otras señas de identidad aparentemente más triviales, como la utilización del inglés en los títulos o el hecho de que algunos autores firmen sus libros con el diminutivo del nombre.
Fernández Mallo menciona que, en muchos casos, son autores con referentes no literarios. Cuenta que él viene del mundo de la ciencia, acostumbrado a intentar ser preciso con el lenguaje, y una de las cosas que más le han sorprendido es que cuando uno dice lo que piensa en el mundillo literario, se levantan sarpullidos.
Lolita Bosch no firma nunca libros y dice que le extraña que el debate literario sea, después de todo, un debate sobre la visibilidad, lo cual produce un ligero desencuentro con Fernández Mallo, quien afirma que a él le gusta gustar. Si lo que escribes te lo quedas para ti, no existe. La calidad no tiene nada que ver con la invisibilidad. El hecho de dar un texto para su publicación ya supone un acto de vanidad del autor, puesto que piensa que lo que ha hecho es bueno y quiere que los demás lo lean.
Gabi Martínez, ante la cuestión de si se está más cerca del conservadurismo o de la renovación, cuenta lo erráticas que han sido sus lecturas, que incluyen a Foster Wallace por un lado y a gente como Umbral, Cela o Josep Pla, a quienes leyó en la mili, por otro, lo cual le lleva a la conclusión de que no sigue una tradición literaria determinada.
Aquí quisiera hacer un inciso para decir que ésta es una característica, me parece a mí, bastante común. Se salta de un autor a otro, de un libro a otro, la mayoría de las veces de un modo caótico que surge como respuesta a multitud de estímulos.
Lolita Bosch confiesa que vive de la literatura. Gabi Martínez también, pero combinada con el periodismo. Agustín Fernández Mallo no.
Preguntados sobre sus últimos proyectos, Bosch dice que ella siempre está escribiendo y Gabi Martínez también, siempre tienen un proyecto literario en la cabeza. Agustín, por su parte, dice que él durante meses no escribe. Se limita a ver la tele, fuente inagotable de argumentos.
Después de esta charla, me quedo con una idea en la cabeza: ¿Qué pasaría si al hablar de nuevas generaciones, de nuevos escritores, en un mundo globalizado, pensáramos en los grupos Bogotá 39 y Generación Nocilla como si fuera uno sólo?
Son presentados como representantes del nuevo panorama español, ante lo cual Lolita Bosch adopta una actitud de descreimiento y dice estar un poco harta de las clasificaciones. La actual Generación Nocilla, como se la denomina, tomando como referencia el titulo del libro de Fernández Mallo “Nocilla Dream”, sólo tienen en común la edad, pero en realidad en ese grupo hay gente con tradiciones literarias muy distintas.
Agustín Fernández Mallo habla con desenfado, con un ligero aspecto de dudar de todo lo que dice, lo cual utiliza para decir las cosas sin rodeos. Sobre este tema lo primero que apunta es que él todo esto de las generaciones se lo toma a coña, como una cuestión de marketing. Pero bueno, en todo caso, es cierto que los miembros de una misma generación comparten referentes, gustos, un imaginario colectivo… y en ese sentido sirven como pulso de lo contemporáneo.
Gabi Martínez dice que resulta interesante analizar las estéticas y carencias de esta generación. Cita como referencia importante los libros de Eloy Fernández Porta (“Afterpop”), y el de Vicente Luís Mora (“La luz nueva”). También menciona otras señas de identidad aparentemente más triviales, como la utilización del inglés en los títulos o el hecho de que algunos autores firmen sus libros con el diminutivo del nombre.
Fernández Mallo menciona que, en muchos casos, son autores con referentes no literarios. Cuenta que él viene del mundo de la ciencia, acostumbrado a intentar ser preciso con el lenguaje, y una de las cosas que más le han sorprendido es que cuando uno dice lo que piensa en el mundillo literario, se levantan sarpullidos.
Lolita Bosch no firma nunca libros y dice que le extraña que el debate literario sea, después de todo, un debate sobre la visibilidad, lo cual produce un ligero desencuentro con Fernández Mallo, quien afirma que a él le gusta gustar. Si lo que escribes te lo quedas para ti, no existe. La calidad no tiene nada que ver con la invisibilidad. El hecho de dar un texto para su publicación ya supone un acto de vanidad del autor, puesto que piensa que lo que ha hecho es bueno y quiere que los demás lo lean.
Gabi Martínez, ante la cuestión de si se está más cerca del conservadurismo o de la renovación, cuenta lo erráticas que han sido sus lecturas, que incluyen a Foster Wallace por un lado y a gente como Umbral, Cela o Josep Pla, a quienes leyó en la mili, por otro, lo cual le lleva a la conclusión de que no sigue una tradición literaria determinada.
Aquí quisiera hacer un inciso para decir que ésta es una característica, me parece a mí, bastante común. Se salta de un autor a otro, de un libro a otro, la mayoría de las veces de un modo caótico que surge como respuesta a multitud de estímulos.
Lolita Bosch confiesa que vive de la literatura. Gabi Martínez también, pero combinada con el periodismo. Agustín Fernández Mallo no.
Preguntados sobre sus últimos proyectos, Bosch dice que ella siempre está escribiendo y Gabi Martínez también, siempre tienen un proyecto literario en la cabeza. Agustín, por su parte, dice que él durante meses no escribe. Se limita a ver la tele, fuente inagotable de argumentos.
Después de esta charla, me quedo con una idea en la cabeza: ¿Qué pasaría si al hablar de nuevas generaciones, de nuevos escritores, en un mundo globalizado, pensáramos en los grupos Bogotá 39 y Generación Nocilla como si fuera uno sólo?
7 comentarios:
¿Has leído Nocilla dream, Miguel?
Muy interesante, también esta entrada.
Un abrazo.
Me estás dejando mucha tarea por investigar y leer. Y por supuesto, presentándome más y más escritores.
Interesante tus crónicas y también me dejas pensando.
Abrazos.
Portorosa, lo estoy leyendo en este momento. Sé que a ti no te entusiasmó, pero, por el momento, me está gustando. Es ágil y crea una atmósfera muy particular.Pero ya lo comentaré cuando lo termine.
Clarice, la verdad es que se publica mucho y uno tiene que elegir, muy a su pesar. Se amontona la tarea, pero a nosotros esa tarea nos encanta ¿verdad?
Un abrazo y gracias por los comentarios.
Este verano saqué Nocilla Dream de una biblioteca pública con interés por leerla. Me me empezó gustando, pero tuve que abandonar su lectura durante unos días y al cabo sentí que daba lo mismo seguir leyéndola que dejándola por la mitad. De cualquier forma me alegro que nuevas voces ocupen el panorama literario. Yo destacaría la que me parece una excelente revelación: La ciudad en invierno, en Caballo de Troya, de Elvira Navarro. Me parece de una contundencia que no admite reservas. Un saludo.
No recuerdo qué dije exactamente sobre ella en su día, pero, consciente de la posible contradicción, ahora, pasados los meses, te digo sin reservas que me encantó.
Un abrazo, Miguel (lo del inglés cantando ópera me ha gustado mucho; me ha dado mucha pena, él).
Hola, Portorosa. Debo pedir disculpas. No sé por qué me parecía recordar que no te había gustado, pero he vuelto a leer lo que escribiste y sí que elogias el libro. Me he debido confundir con algún otro titulo. La memoria, la edad, esas cosas... Rectifico.
un abrazo.
Hombre de barro, gracias por la intervención. Me han recomendado varias veces este libro de Elvira Navarro. Y conocí a la autora. Y estudió en el mismo colegio al que van mis hijos (una de esas raras coincidencias que a veces ocurren). Así que me avergüenza decir que todavía no lo he leído. Hago propósito de enmienda, pero ya. Un saludo.
Publicar un comentario