A veces uno se siente tentado a alargar situaciones que, por lo general, corta de cuajo. Me explicaré. Cuando alguien me llama por teléfono y compruebo que en realidad no quería llamarme a mí, es más, ni siquiera nos conocemos, suelo decirle que se ha equivocado y cuelgo en el acto, sin posibilidad de cruzar una palabra más. Me parece absurdo darle vueltas a esa situación. ¿No es ese el número tal? Pues no. Qué raro porque yo llamaba al número tal. No, no, no. Se ha equivocado. Y punto final. Cuelgo. Es lo mejor. Sin embargo, cuando escuché la cálida voz femenina que pareció entrar por mi oído hasta llegar a mi corazón y apretármelo con suavidad, fui incapaz no ya de colgar, sino tan siquiera de decirle que se había equivocado.
—¿Es usted el señor Perdúe, el detective?
Un momento de silencio mientras el eco dulce me acariciaba el cerebro.
—¿Quién lo pregunta? —dije.
—Usted no me conoce.
—¿De qué se trata?
—No puedo decírselo por teléfono. Temo que mi línea esté intervenida. Deme la dirección de su oficina.
Por supuesto, yo no tenía oficina.
—Será mejor que nos veamos en el Café Central —dije.
—¿Dentro de una hora le parece bien? ¿A las seis?
—Perfecto.
—Llevaré un pañuelo rojo al cuello. Es muy urgente que hable con usted.
—Descuide, allí estaré.
Esa fue la única ocasión en que no colgué enseguida a alguien que se había confundido al marcar. Después de esta conversación me di una ducha y me fui con un amigo a jugar al billar. Pasamos juntos toda la tarde.
—¿Es usted el señor Perdúe, el detective?
Un momento de silencio mientras el eco dulce me acariciaba el cerebro.
—¿Quién lo pregunta? —dije.
—Usted no me conoce.
—¿De qué se trata?
—No puedo decírselo por teléfono. Temo que mi línea esté intervenida. Deme la dirección de su oficina.
Por supuesto, yo no tenía oficina.
—Será mejor que nos veamos en el Café Central —dije.
—¿Dentro de una hora le parece bien? ¿A las seis?
—Perfecto.
—Llevaré un pañuelo rojo al cuello. Es muy urgente que hable con usted.
—Descuide, allí estaré.
Esa fue la única ocasión en que no colgué enseguida a alguien que se había confundido al marcar. Después de esta conversación me di una ducha y me fui con un amigo a jugar al billar. Pasamos juntos toda la tarde.
28 comentarios:
ayyyyyy no puede ser! ¿por qué tan cruel de dejarla plantada? es una burla....ufff...¿y si hubiera ido al café? quién dice que no empezaba la historia, eh?
cruel....
muy bueno...lograste el efecto.
Abrazo
Muy austeriano comienzo.
Un abrazo.
Auster como un comienzo parecido hizo una novela. Si resulta que con tu amigo jugaste al billar en el Café Central, aún estás a tiempo de hacer lo propio.
Un cordial saludo.
Ciao,
Sí, yo también confio que estuviera en el billar, observando desde el fondo del café, la mujer con el pañuelo rojo sentada en la barra del bar con mirada inquieta ¿era guapa?
Besos, genial relato
Mónica
Como siempre:¡estupenda!
Un abrazo
Hola tío Jose jeje!me gusta mucho tu manera de empezar estos relatos cortos, y sobre todo el juego que da ese final para que los demás podamos también jugar a pensar y a escribir lo que podría ser para cada uno el final de esa historia corta!
Un besito general para tu casa!
Merece un "continuará".
Saludos
Un texto que atrapa y deja al lector que saque sus propias conclusiones. ¿Y qué pasaría si...?
!Como el narrador no haya ido al café a jugar al billar, me va a oír!
¡Qué capacidad para resistir la curiosidad...! ¿Y si luego alguien la mató? Es usted muy peligroso. Saludos cordiales.
La verdad es que no sé por qué no colgué en el momento en que oí una voz masculina al otro lado del hilo. Pero me apetecía jugar. Le espeté:
—¿Es usted el señor Perdúe, el detective?
Hubo un momento de silencio, tal vez como un eco dulce. No me desagradó. Era la posibilidad de jugar un poco.
—¿Quién lo pregunta? —dijo.
—Usted no me conoce - repuse.
—¿De qué se trata?
—No puedo decírselo por teléfono. Temo que mi línea esté intervenida. Deme la dirección de su oficina - argumenté.
Era casi seguro que como no se trataba del detective Perdúe, un nombre que me acababa de inventar, la tal oficina ni siquiera existiría en su imaginación.
—Será mejor que nos veamos en el Café Central —dijo.
—¿Dentro de una hora le parece bien? ¿A las seis?
—Perfecto.
—Llevaré un pañuelo rojo al cuello - añadí. El detalle sexy me pareció importante.- Es muy urgente que hable con usted.
—Descuide, allí estaré.
Colgamos. Había sido divertido. Llamé, como había sido mi intención antes de confundirme al marcar, a Rebe. Nos fuimos las dos al Café Central y nos reímos de aquella llamada tonta mientras bebíamos una cerveza, con el fondo de sonoro de bolas que se entrechocaban. En el esquinazo mugriento y mal iluminado que queda bajo la escalera que sube a los servicios, dos tipos grises jugaban al billar.
A veces se queda una con las ganas de creer que la historia es verdadera...
Sobre todo el final; lo del billar, me hizo sonreír. Parece una coña fina sobre esos relatos, sí, tan austerianos, en los que una llamada desconocida se convierte en una bola de nieve que cambia la vida del protagonista y por lo general acaba en Tailandia tirándose a una espía rusa nacida en Andorra cuyo padre había matado a Trostky...
Un abrazo.
Sí, Clarice, hay crueldad en esta historia, porque se trata de un texto que deja plantado al lector.
Portorosa, no merezco ese referente, pero gracias.
Diarios de Rayuela, buena sugerencia. Es cierto que puede ser el inicio de una novela de intriga.
Mónica, veo que puede entenderse que hay billares en el café Central. Por supuesto, no los hay. No obstante, tal vez debería evitar esta confusión añadiendo algo así como: "me fui con un amigo a jugar al billar en los salones Astoria". O algo parecido.
No sé si era guapa, no se le ve la cara, quizá habría que preguntarle a Fpc... :)
Alexandrós, gracias, espero que le vayan bien las cosas.
Hola María, bienvenida, me alegra que te guste.
Joaquín, bienvenido. Es posible que merezca una continuación, es posible.
José, esa es la intención. Se puede decir que el narrador se limita a esbozar una situación que, así, en suspenso, ofrece muchas posibilidades que sin duda la realidad se encargaría de desvanecer.
Rosa, controla tu ira... es que no hay billares en el café Central.
Isabel, hola, me alegra verte por aquí. Y no soy peligroso, para nada. Bueno, tal vez un poco.
Fpc, buena vuelta de tuerca. El burlador burlado. Los has colocado en un billar un poco cutre, pero no se merecen menos.
Sfer, me parece realmente malvado hacer algo así, conque lo mejor será dejar la ficción en el lado de la ficción y esperar que cosas así no ocurran.
Mabalot, jaja, sí, así es, a veces se pone uno a estirar del hilo y no tiene medida.
Un saludo y gracias por vuestros comentarios.
Vamos Kafkapro, eso de casi copiar el comienzo de La trilogía de NY te lo perdono, pero el sadismo no.
Lo siento,
Saludos
Laura, también el sadismo, la crueldad, la sordidez, forman parte de la literatura. No obstante, en este caso creo que hay más ironía que sadismo. De todos modos, acepto que no te guste, por supuesto.
Saludos.
Me ha encantado esa vuelta de tuerca final. Pero esa mujer desesperada por hablar con el detective me ha dejado algo angustiada. El hombre que le contesta me parece un verdadero impresentable. Sería bueno que algún día se cruzara con la chica, y que su "bromita" inicial se le volviera en contra, de alguna manera...
Un saludo y enhorabuena otra vez por tu creatividad, Miguel
Y aunque no era esa la intención del narrador, el texto descubrió mi lado más oscuro: Habría aprovechado que el hombre se largaba con su amigo para presentarme yo en el café a saciar mi curiosidad innata. ¿O debo decir para sacar mi lado impostor?.
Me sigue encantando entrar a reposar en tus textos.
Muy bueno. Yo habría hecho lo mismo.
Bueno... honestamente soy poco dada a los comentarios, la primera vez que leí el relato tuve cierto impulso de reclamarle por el final.
(Luego me controlé y decidí marcharme... pero hoy no, no señor).
=)
Odio colocarme el traje del hubiera y Ud. de pronto me extiende la prenda y qué hacer... pues me la pongo a regañadientes (y es que uno se mete en el personaje, oiga).
¿Sabe? yo recordé algún fragmento del Sexus - Miller.
Saludos.
Elena, muchas gracias. Es cierto que quien contesta es un impresentable, pero supongo que existe gente así, gente que practica una crueldad que puede pasar desapercibida.
Por otra parte, la venganza ya la ha llevado a cabo Fpc en su comentario.
Johnymepeino, siempre bien recibido y agradezco tu amabilidad. Es lógico lo que comentas, porque lo normal es que el lector quiera saber más de la historia. ¿Qué le ocurre a la mujer? Y tú, como lector, quieres usurpar la identidad del personaje para seguir la historia. Muy bueno.
Por cierto, no sé si te he dicho que me gusta mucho ese pequeño relato que aparece en tu perfil.
Ruth, ¿cómo que tú habrias hecho lo mismo? Qué miedo me das. :)
R., bienvenida, y espero que no seas tan poco dada a dejar comentarios, que siempre se agradecen. Acepto la reclamación, comprendo que uno se queda con la curiosidad cortada. Vale. Hago propósito de enmienda, pero no prometo nada.
Respecto a Miller, creo que merecería una reivindicación seria.
Un saludo y gracias por los comentarios.
Ande Miguel... no me haga caso, fue un reclamo cariñoso.
Bello fin de semana.
(El fragmento que comento de Miller... bueno, Miller caminaba sin un peso en el bolsillo, de pronto se encuentra con alguien en la calle; Sr. interesante y acaudalado a decir de la vestimenta y modales, platican, el recién conocido le invita a su casa, allá esperándoles ya una chica muy bella, elegante... el hombre se disculpa y se ausenta sin más.
(...)
No... no, yo soy mala relatando. Mejor dejo hasta aquí la reseña. En todo caso es un pedacito de escritura que al final causa la misma sensación de impotencia.... ¡Cómo quisiera uno meterse al libro/blog, hacer tachones y reescribir un par de líneas!.
=)
Saludo de regreso, aunado a mi agradecimiento por la bienvenida).
Me gustó mucho, Miguel, pero te confieso que me dejó con las ganas de leer más de saber qué ocurriría si el hombre acudiera a la cita con esa mujer.
¡Esto lo tenías que haber continuado!
Tras mi larga ausencia vuelvo para darme cuenta de lo pródigos que habéis estado todos.
Un saludo...
Me parece que la extensión es la ideal y la sugerencia más aún. Austeriano y tuyo a la vez, nada mejor puedo decirte.
R., muy interesante el relato de Miller. No lo recuerdo, pese a que leí "Sexus" y los "Trópicos" en su día (hace ya mucho tiempo). Gracias por refrescarlo. Y lo narró usted muy bien.
Rosa, está claro que debía ser así. De eso trata precisamente esta historia. Es posible que llegue un momento en que ya no nos importará conocer el final de una historia, miraremos hacia otro lado y nos dedicaremos a otra cosa. Espero que no llegue, pero ya está ocurriendo algo parecido.
Anilibis, muy larga ausencia, en efecto. Sepa usted que tiene varias faltas en rojo. :)
Francisco, gracias. Tus palabras siempre me animan.
Un saludo y gracias por los comentarios.
No mucho recuerdo de aquello, el relato fue muy breve, de hecho.
El asunto es que se le proponía a Miller hacer algo, él nunca llega a averiguar qué, pues rechaza cualquier trato, pero a cambio recibe un sobre con dinero dentro, en manos de la misteriosa mujer.
Bella semana.
Un relato muy interesante... ;) ¡Saludos!
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