martes, noviembre 12, 2019

Secretos de Estado




Cine denuncia que se inspira en los films de los años setenta donde unos ciudadanos corrientes se enfrentan a los poderes ocultos del Estado. "Todos los hombres del presidente" o "Los tres días del cóndor", por citar un par de títulos de un tipo de cine que parece estar experimentando un cierto resurgir con cintas como "Spotlight" o "Los papeles del Pentágono". En esta tradición se inscribe "Secretos de Estado", película británica que narra la historia real de Katharine Gun, una traductora que trabaja en el Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno Británico y que recibe un correo de la Agencia Nacional de Seguridad que deja claro que la intervención militar en Iraq se está gestando de un modo fraudulento, pues se insta a investigar a miembros de la ONU con el fin de conseguir que voten a favor de la intervención militar. Katharine Gun intenta actuar de forma "profesional" y no cuestionarse si es correcto o no lo que se le está pidiendo, pero al final su conciencia la obligará a tomar una peligrosa decisión: filtrar el polémico correo a la prensa.

El film mantiene un ritmo ágil y las interpretaciones de sus protagonistas, Keira Knightley como Katharine Gun, y Ralph Fiennes como el abogado que se hará cargo de su caso, son sobrias y solventes. Sin embargo, respira un aire documental que obliga al espectador a mantener una distancia respecto a lo que se le está contando. Resulta interesante, pero no nos llega a involucrar en la trama. El director, Gavin Hook, ya había mostrado su interés por este tipo de cine con títulos como "Expediente Anwar" o "Espías desde el cielo". En este caso, el dilema moral que plantea se resume en la escena en la que le recuerdan a la protagonista que ha prometido proteger al Estado británico y ella replica que ha prometido proteger al pueblo británico.

La decisión de Katharine Gun pone en peligro todo su mundo y, de repente, se ve enfrentada a algo que la sobrepasa de un modo abrumador. Y lo hace porque cree que su información es lo suficientemente valiosa como para conseguir evitar la guerra de Iraq y salvar muchas vidas. El motivo es loable, pero lo que debería escandalizarnos es que sólo una persona se arriesgara a enfrentarse a algo así. Ninguno de sus compañeros se atreven a hacer nada. Es la inacción de la gente corriente la que permite que las grandes manipulaciones se lleven a cabo, la que ignora las injusticias confiando en que no les afecten.

La historia de Katharine Gun es una historia de integridad personal, de la necesidad de hacer lo que uno cree que es correcto aun a riesgo de poner en peligro su propia libertad, de la incapacidad de ignorar a la propia conciencia cuando se empeña en avisarnos de que algo no está bien. Pero también la constatación de que hay poderes que ignoran y manipulan a sus ciudadanos con el fin de actuar a su antojo, en pos de misteriosos objetivos o de intereses particulares. Una película, en definitiva, que nos advierte de la deriva que está tomando el mundo que estamos construyendo entre todos, unos por acción y otros por inacción.

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