Marina
Sanmartín se ha convertido en una de las voces más autorizadas para hablar de
novela negra, así que no resulta extraño que, como escritora, practique el
género. Es autora de las novelas, La
clave está en Turgueniev, El amor que
nos vuelve malvados e Informe sobre
la víctima, además del libro de relatos La
vida después.
El
protagonista de su cuarto libro, El
jardín de los sospechosos, es el fotógrafo Martín Guidú, que se ve en la
situación de tener que asistir a una jornada de padres en el colegio de sus
sobrinos para hablar de su trabajo. La acción se sitúa en la ciudad de Caivelan
(anagrama de Valencia, de donde es natural la autora y que ya utilizaba este
juego en su anterior libro). De un modo pausado nos va presentando a los
personajes. La jornada transcurre con tranquilidad hasta que aparece el cadáver
de una de las niñas y la historia se acelera al ritmo de una investigación
policial al estilo de las clásicas historias de detectives. El policía Lorenzo
Barriuso, un poco sordo y con apariencia de estar pensando en otras cosas, la
profesora Natalia Holden y el propio Martín irán desentrañando los secretos que
encierra el terrible suceso. El desenlace nos remite a las novelas de Agatha
Christie.
El jardín de los
sospechosos también es una novela de personajes, de
conflictos internos, de seres solitarios que se necesitan aunque sus pasados
les atormenten.
Un
libro de prosa muy cuidada que se lee con agrado y que consigue mantener el
interés, incluso en los capítulos en los que parece que no pasa nada. Se
aprecia en todo momento el cuidado que pone la autora en los detalles, y, en alguna
ocasión, nos encontramos con su delicado sentido del humor, contrapunteando una
descripción, como de pasada.
En
resumen, el libro me ha resultado extraño y desasosegante. Los pensamientos del
protagonista remarcan toda la acción y colocan al lector no sólo junto al
personaje principal, sino literalmente dentro de su cabeza, viendo e
interpretando todo lo que ocurre desde su punto de vista. Una novela cuya
lectura engancha.
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