sábado, febrero 24, 2007

Talleres literarios

Se tiene la idea de que uno no puede aprender a ser escritor. Se puede aprender a pintar, a esculpir, a componer, pero no a escribir. El escritor ha de hacerse a sí mismo. No hay otro camino. Parece incluso comúnmente aceptado que si ha desempeñado muchos y variados trabajos, mejor escribirá.
Se piensa que los talleres literarios son lugares donde va la gente a intentar que la doten de un talento que la naturaleza no ha querido otorgarles. Tarea penosa llevada a cabo, presuntamente, por escritores frustrados que han encontrado en esta "moda" un medio para ganarse la vida. Pero ahí tenemos a Juan José Millás, a José María Merino, a Alejandro Gándara... que no creo que sean escritores mediocres precisamente, dando clases de escritura creativa en la Escuela de Letras.

En EE.UU. los talleres literarios tienen un prestigio del que carecen aquí. Muy buenos escritores han impartido clases, como el mismísimo Raymond Carver. No se puede adquirir el genio, pero sí la disciplina; no se puede crear imaginación de donde no la hay, pero sí se puede enseñar técnica. Pienso que debemos superar el prejuicio de que no se puede aprender a escribir, que el escritor lo es por inspiración divina, por poseer unas capacidades innatas.
Los mejores maestros son los clásicos, la mejor enseñanza es la lectura... Cierto, nada que objetar, pero no creo que los talleres literarios nieguen esto, no creo que sean opciones excluyentes.

Yo vivo en Valencia, y aquí no hay talleres literarios ni escuelas de letras, así que hace ya unos años me apunté a un taller literario que funcionaba por correspondencia: Fuentetaja. Ángel Zapata era, y si no me equivoco sigue siendo, asesor en dicho taller y me corrigió algunos relatos, siempre con indicaciones inteligentes y palabras de ánimo. Allí descubrí autores que no conocía, practiqué ejercicios que nunca se me hubieran ocurrido y, sobre todo, perdí el miedo (es un decir) a compartir con los demás y a aceptar las críticas. El sistema consistía en enviar textos que eran fotocopiados y reenviados a todos los miembros del grupo, quienes mandaban luego sus opiniones. Y éstas también se distribuían, junto con dossieres de teoría literaria y ejemplos de importantes autores. Recuerdo la excitación que sentía cada vez que llegaba aquel sobre a mi buzón.
Ahora, internet facilita mucho la comunicación y uno puede exponerse ante una audiencia que ni siquiera soy capaz de imaginar. Es más fácil encontrar gente con las mismas inquietudes y lugares donde perder el miedo y aprender a corregir los propios errores, los que se nos escapan por muy autocríticos que seamos.

15 comentarios:

Petrusdom dijo...

Los talleres literarios cumplen una función didáctica, cuando las lecciones escolares quedan muy lejanas. En la escuela nos enseñan las cuatro reglas, después cuando te haces un lector empedernido y te creas tu mundo es cuando aflora la necesidad de escribir y de escribir bien.
Yo también frecuenté el Taller de la Librería Fuentetaja, de eso hace trece años. Descubrí nuevos autores y me divertí mucho con sus actividades. Fue una experiencia que yo recomendaría a todos los adictos a la escritura.

Ruth dijo...

Completamente de acuerdo. Un pintor puede tener un talento oculto grandísimo, pero si no lo trabaja nunca será un escritor de prestigio. También hay pintores que no tienen, quizás, tanto talento, pero sí un afán de superación que supera con creces su lacra "genética". Muchas veces, son los que más alto llegan.

la luz tenue dijo...

Los talleres literarios están bien para conocerlos, y después huir de ellos.
Te dan unos primeros consejos, te orientan, te recomiendan unos autores... y luego solo debe quedar la soledad ante el teclado, porque si sigues ahí, entre ellos, se puede dar otro caso más de endogamia literaria, muy bien expresada en una pintada que leí hace tiempo en una pared blanca: "Escribo pa mi y pa mis amigos. Y punto".

Mª Rosa Rodríguez Palomar dijo...

Interesante el tema que tocas. Nunca he asistido a un taller literario, porque nunca me propuse escribir más que como una manera de plasmar esas ideas o sentimientos que bullen dentro de uno y buscamos el modo de darles salida, pero para uso totalmente particular. Es con los blogs, cuando lo que escribimos se somete a la crítica más o menos pública, no tanto en su forma como en su contenido, la mayoría de las veces.

Me parece que es bueno, si algo te gusta, crecer en ello, enriquecerlo con las enseñanzas, experiencias, críticas y consejos de otros, aunque, al final, como dice, la luz tenue, tú seas el que tengas que enfrentarte al teclado, papel, o cualquier soporte donde quieras expresarte.

Estoy a favor de todo lo que signifique aprender o ver otros puntos de vista dentro de lo que hacemos.

Un saludo

Anónimo dijo...

totalmente de acuerdo. La verdad es que es dificil no estarlo.

Portarosa dijo...

Confieso que tengo esas prevenciones de las que hablas. Soy de los que tiende a pensar eso que dices de aprender el talento que no se tiene. Y supongo que a ello habrá contribuido el que el único alumno de talleres que he conocido, en este destierro provinciano, sea el perfecto ejemplo de alguien que quiere escribir pero lo hace muy mal.

Pero saberte a ti de alumno, y tu razonamiento, han hecho que vea el asunto de otro modo.

En cualquier caso (y esto es extensible a la pintura, etc.), supongo que hay cosas que se pueden aprender, y por tanto enseñar, y otras que no.
Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

Miguel, yo también estuve apuntada a los Talleres Fuentetaja y esperaba con mucha ilusión el sobre. También particié en un curso de novela por internet. Está bien, pero al final quien debe escribir y ser crítica respecto a lo que escribives eres tu mismo.

Clara

Miguel Sanfeliu dijo...

Petrusdom, bienvenido. Yo también disfruté la experiencia, y también hará más o menos el mismo tiempo que estuve en ese Taller, que culminó con la publicación de un libro: un ejercicio fascinante, con corrección de galeradas y todo.
El libro se tituló "De una voz plural", a lo mejor fuimos compañeros.

Ruth, en efecto, el trabajo y la constancia no deben ser nunca menospreciados.

Luz Tenue, totalmente de acuerdo. No tiene sentido quedarse a vivir en un taller literario, a no ser que a uno le guste ese ambiente y no aspire a nada más.

Shikilla, es cierto lo que dices, es bueno crecer en lo que te gusta. Nunca hay que subestimar el aprendizaje.

Jody dyto, dice que es difícil no estar de acuerdo y le digo que mucha gente menosprecia los talleres literarios. (Espero que se mejore usted)

Portorosa, pues me alegro de haberte dado un nuevo punto de vista. Y sí, es cierto que hay cosas que no se pueden enseñar. Y en esta tarea, la gran mayoría las debe descubrir uno mismo, poco a poco, a través de su propio esfuerzo.

Clara, por supuesto, si uno no es crítico consigo mismo, no creo que pueda llegar muy lejos. Y si luego no escribe, menos. Por cierto, ¿no seríamos compañeros de taller, verdad?

Un saludo a todos y gracias por los comentarios.

Anónimo dijo...

Por supuesto que los talleres funcionan, claro que hay niveles de aprendizaje de acuerdo al talento de cada quien. Pero de manera general son de mucha utilidad para quienes desean labrar una carrera o una inquieitud lietraria. Después el talento y el estudio por cuenta propia harán la diferencia.

Anónimo dijo...

Es ciertto que en los talleres literarios no te enseñan el arte de escribir pero te ayudan a saber estructurarte, a desarrollar algunas d elas facetas primordiales a la hora de escribir e incluso con algunos ejercicios facilitar la escritura... También es verdad que si no tienes ese algo que te hace especial al escribir los talleres jamás te lo darán.

Besos literarios

Miguel Sanfeliu dijo...

José Romero, estoy de acuerdo. Siempre es mejor andar con un guía que perdido y sin rumbo.

Dsmdona, es cierto, te enseñan muchas cosas útiles. La técnica es importante.

Saludos.

Clarice Baricco dijo...

Aquì si hay universidad, talleres, cursos y etcs.
Soy mala alumna.

Rosa Silverio dijo...

Hola, Miguel.

Muy interesante esta entrada.

Yo creo que los talleres literarios tienen su importancia, en especial en la primera etapa del escritor en la que necesita orientación, sentirse aprobado, leído, criticado y apoyado por un grupo de personas con sensibilidades parecidas a la suya.

En mi país han existido talleres que han hecho historia y yo misma formé parte de uno del que guardo muy bonitos recuerdos y conservo buenos amigos.

Francisco Ortiz dijo...

Si te asesora Ángel Zapata, amigo, creo que ese taller vale, y mucho.

Miguel Sanfeliu dijo...

Clarice, no creo que seas mala alumna. Tal vez no tuviste el estímulo o la necesidad.

Rosa, sí, estoy de acuerdo. El taller literario es especialmente útil en una primera etapa. Aunque nunca es tarde si uno siente el deseo de probar.

Francisco, pues sí, fue un privilegio tener a Ángel Zapata como asesor.

Un abrazo.