La combinación entre ciencia y literatura suele resultar fascinante. Ambas disciplinas son guiadas por la curiosidad, por el afán de desentrañar la realidad, bien para desarmarla o bien para comprenderla. Seguir los pasos de los grandes descubrimientos, o los de una simple idea, o un hallazgo casi casual, sus implicaciones, sus ecos, todo lo que tendrá una relación más o menos directa con tal o cual concepto, con una teoría más o menos acertada. Todo puede reducirse a la búsqueda de aquello que conforma la materia, el compuesto primigenio del que está formado el mundo. Y con este material y un ritmo frenético capaz de encandilar al lector, ha escrito el neerlandés afincado en Chile Benjamín Labatut su magnífico libro de relatos Un verdor terrible.
Bastaría
el primer cuento, "Azul de Prusia", para justificar la compra de este
volumen. El origen del color conocido como azul de Prusia es el hilo conductor
de una historia que no respeta tiempos ni espacios y es capaz de relacionar
acontecimientos de épocas distintas, incluir a Göring y a Napoleón, a Johann
Jacob Diesbach y los sacerdotes de Egipto, al químico Carl Wilhelm Scheele, Rasputín, Alan Turing,
Fritz Haber, Clara Immerwahr ("la primera mujer en recibir un doctorado en
química en una universidad alemana") o el mismo Adolf Hitler, en un hilo narrativo que relaciona el
pigmento azul de Prusia con el gas mortal conocido como Zyclon B, la belleza
con la muerte.
O
el último, "Dejemos de entender el mundo", una colección de cuentos
dentro de un libro de cuentos, o una novela corta dividida en cinco capítulos
que parecen independientes. El quinto, "Dios y los dados" comienza
del siguiente modo: "Bajo el cielo gris de Bruselas, en la mañana del
lunes 24 de octubre de 1927, veintinueve físicos atravesaron el pasto
escarchado del parque Leopold y se refugiaron en uno de los salones del
Instituto de Fisiología, sin sospechar que cinco días después habrían sacudido
los cimientos de la ciencia". Einstein, Heisenberg, Schrödinger, nombres
que revolucionaron la física newtoniana y con los que nació la física cuántica.
El modo en que se convierten en accesible conceptos complejos, la personalidad
de los visionarios que supieron ver más allá de lo evidente, convierten este
libro en uno de los más interesantes que se puede encontrar ahora mismo.
El
físico Schwarzschild dándole vueltas a sus fórmulas matemáticas en el campo de
batalla en plena Primera Guerra Mundial, o el matemático Grothendieck y su
deseo por borrar su huella de este mundo, sus descubrimientos matemáticos,
horrorizado por lo que éstos pudieran esconder. Personajes intensos que se
propusieron escarbar en lo que hay debajo de la realidad tal y cómo la percibimos.
Un libro didáctico y literario que se lee con la fascinación con la que un niño escucha un cuento. Una clase magistral sobre narrativa. Un estilo ágil e impecable. Un libro que vale la pena leer al menos un par de veces, seguros de disfrutarlo siempre con el asombro que provocan las obras maestras.
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