Segovia.
Viernes. 18:15. Sala capitular. Campus de Santa Cruz La Real. IE University. El
escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez entrevistado por Juan Cruz. Habla sobre su
último libro, Fabián y el caos, una
novela sobre una amistad improbable, la que surge entre el personaje Pedro
Juan, alter ego del autor, y un joven débil y homosexual llamado Fabián.
Dice
el escritor que la historia es real. Fabián existió, aunque su verdadero nombre
era Fabio. El hecho de escribir sobre algo real le costó mucho. Era necesario
manipular la realidad y convertirla en ficción, ese era el único modo de
abordar la historia. Por otra parte, el hecho de estar ficcionando hechos
reales le suponía cierta frontera moral, ya que él quería describir pero no
quería herir. Se trataba de una historia que le había obsesionado durante mucho
tiempo. A él le interesa la gente anodina, normal, está hasta los cojones de
héroes.
Y,
sin embargo, Fabián es un héroe. Resulta difícil ser homosexual en Cuba, y más
en los años sesenta, que es cuando está ambientada la historia. Es un personaje
que ha sido malcriado por sus padres y tiene un carácter duro con ellos.
La
relación entre Fabián y Pedro Juan se basa en cierta manera en que cada uno de
ellos quisiera ser un poco como el otro. A Pedro Juan le gustaría ser tan culto
como Fabián, mientras que Fabián querría tener la vitalidad de Pedro Juan.
Pedro
Juan quiere ser escritor pero sin estudiar literatura, aunque lee a Hesse, a
Pasternak, a Nietzsche, a Cèline...
En
Matanzas, donde vivía de joven, había dos bibliotecas muy buenas. Y también
buen cine. En un momento dado, dejó de entrar el cine de EE.UU. en la isla y
empezó a entrar el europeo. Fue una época en que la política lo marcaba todo.
Había un corte brutal con las personas que se marchaban del país. Se convertían
en enemigos, aunque se tratara de familiares. De repente dejaban de existir.
Fabián,
el verdadero, murió en 1991, y desde entonces le está dando vueltas a la
historia. Veinte años ha tardado en escribirla.
Juan
Cruz le pregunta si se ha curado escribiendo y él contesta que la escritura no
le sirve de psicoterapia. Le hace sufrir. Él preferiría olvidar, y escribir le
obliga a recordar, a revivir. Concluye diciendo que escribir es un oficio
machacante. Te vuelve loco.
Ante
la cuestión de si la veteranía le da seguridad a la hora de abordar un nuevo
libro responde que no. Él no es un escritor de carrera sino de oficio. Cada
libro es una nueva batalla, una agonía.
No
obstante, no se puede negar que forma parte del cuerpo literario de Cuba, en el
que figuran nombres tan importantes como Cabrera Infante, Severo Sarduy, Lezama
Lima, Reinaldo Arenas...
Los
libros, no obstante, le explican a él, realmente, se ha dado cuenta ahora, hace
muy poco. Uno es el que es más los libros que escribe. Hubo un momento en que
el Pedro Juan personaje le comió como persona y, de algún modo, el Pedro Juan
real se fue convirtiendo en el personaje.
Una
de las historias más dolorosas que ha escrito es El rey de la Habana. Trata sobre un muchacho al que estuvo
observando durante mucho tiempo. La escribió en un estado febril, en 57 días
que pasó encerrado en su casa, sin bañarse, sin apenas comer, bebiendo ron y
llorando.
Le
resulta difícil escribir un libro feliz porque se fija demasiado en las penumbras
de la gente. No ve la felicidad de los demás, sino sus problemas, sus
oscuridades. Si en algunos momentos utiliza el humor lo hace como mecanismo de
defensa.
Desde
hace tres o cuatro años hace meditación y se encuentra mejor. Estaba muy
estresado cuando escribía un libro al año. Ahora, sin embargo, escribe más
despacio, lee más y se encuentra más tranquilo. Esto es importante porque
siempre ha sido una persona de ritmo muy precipitado, que hace muchas cosas al
mismo tiempo.
Ahora
le ronda una historia ambientada en La Habana en 1995 pero todavía no se decide
a escribirla. La novela es un mundo que se va creando poco a poco, al contrario
de lo que supone para él un cuento, que suele ser una imagen, un golpe.
Una
de las cosas que le resultan fundamentales para que la historia comience a
desarrollarse es el nombre de los personajes. Hay nombres que no se identifican
con el personaje y entonces no funciona, la historia no avanza.
La
charla llega a su fin. De algún modo, la presencia de este autor, definido en
algún momento como un Bukowki cubano, esperaba que me hubiera incomodado más de
lo que lo ha hecho. He tenido la impresión de que ha estado comedido, tal vez
un poco cohibido por el entorno.
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