El asesino hipocondríaco (Plaza & Janés, 2012) es la primera novela publicada por Juan Jacinto Muñoz Rengel que, hasta el momento, había sacado a la luz dos libros de relatos: 88 Mill Lane (Alhulia, 2006) y De mecánica y alquimia (Salto de página, 2009), ambos impregnados de un inconfundible gusto por lo gótico, por el ambiente brumoso, lleno de misterio, que le acerca a autores como H. G. Wells, Conan Doyle, Julio Verne o Poe, algo no demasiado corriente en la actual narrativa española. También ha coordinado las antologías Perturbaciones (Salto de Página, 2006) y Ficción Sur (Traspiés, 2008).
El narrador de El asesino hipocondríaco es M. Y., un asesino a sueldo obsesionado con su estado de salud y con su, al parecer, inminente muerte. El sentido del deber le impide dejar este mundo sin cumplir con un último encargo: el asesinato de Eduardo Blaisten. Todo resulta hiperbólico en este libro que sigue los pasos de un criminal que parece sacado de una comedia de cine mudo, presa de sus obsesiones y paranoias, que le paralizan, le ahogan y le sumen en rocambolescas disquisiciones. Pocas veces nos habremos topado con un personaje más atractivo e interesante.
M. Y., hombre de puntualidad kantiana, está aquejado, o cree estarlo, de infinidad de dolencias, desde inoportunos microsueños hasta dermatitis atópica. Cuando creemos que sabemos de todos sus males, aparece uno nuevo, algunos tan rocambolescos como que no puede sonreír desde que fue al dentista de niño, que tiene un bulto en el cuello que es el rastro atrofiado de un hermano gemelo, o que padece, entre otras, del síndrome del acento extranjero y del denominado espasmo profesional que, en su caso, consiste en la contracción de los músculos del dedo índice como si apretara un gatillo. Está seguro de que su muerte está cerca, pero no ceja en su empeño por matar a Blaisten, no en vano se trata de un profesional.
También discurren por estas páginas los hermanos Goncourt, Jonathan Swift, Joseph Merrick, Byron, Coleridge, Tolstoi, Voltaire, Proust... todos con sus enfermedades a cuestas, reales o imaginarias, componiendo un puzzle, internándonos en un laberinto en el que confluyen realidad y ficción, y en el que la enfermedad y el genio parecen estar íntimamente relacionados. Episodios intercalados, a modo de pequeñas narraciones, que ponen de manifiesto el bagaje literario del autor y contrapuntean esta historia entre macabra e irónica, ambientada en el Madrid actual.
El libro funciona a la perfección, dividido en breves capítulos, fruto de una honda labor de planificación que pone de manifiesto las dotes narrativas de Muñoz Rengel. Escenas de gran comicidad se alternan con rocambolescos planes, angustiosas reflexiones, patéticas consecuencias de una pertinaz mala suerte que acaba trastocando la metodología del protagonista, convirtiendo el trabajo en una especie de condena de Sísifo. Un libro ameno y divertido de muy grata lectura, narrado con un estilo preciso y eficaz.
1 comentario:
Juna Jacinto es un excelente narrador, tiene amplios conocimientos tanto de literatura como de otrs disciplinas, no dudo 8y estoy deseando leerlo) que éste será un gran libro, sobre todo, un libro inteligente, bien estructurado y bien narrado.
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