lunes, noviembre 15, 2010

Festival Eñe 2010

Me fui al Festival Eñe, que se celebró los días 12 y 13 de Noviembre en el Círculo de Bellas Artes, un lugar inmenso e imponente en cuyas salas se simultaneaban charlas sobre los más diversos temas. Imposible acudir a todo.
Cuando llegué, encontré en el Salón de Baile, junto a la librería, una charla en la que participaban Blanca Riestra, Ernesto Pérez Zúñiga y Nicolás Melini. Hablaban sobre la aventura de transgredir la frontera de los géneros. Se habló de intercambio, de mezcla, de la emoción de lo prohibido, y la conversación derivó hacia el aparente antagonismo entre cuento y novela. Blanca Riestra se considera novelista porque le interesan las estructuras, que el tiempo actúe sobre el lenguaje, el retraso, la repetición, la acumulación, la regularidad... En la novela los elementos son menos importantes que la relación que éstos establecen entre sí. Utilizó la imagen de esas figuras que sólo pueden distinguirse si se ven desde el aire como metáfora de la novela.

Rodrigo Fresán, en la Sala María Zambrano, habló de la película “La cosa” y de la literatura argentina en un discurso inteligente y ameno que terminaba afirmando que la literatura argentina era una especie de enigma de otro mundo. También mostró su desacuerdo con las clasificaciones, para pedir más atención al contenido y menos al continente.


Más tarde, en esa misma sala, charlaron Patricio Pron y Marcos Giralt Torrente sobre cómo fracasar completamente como escritor. Una charla informal y distendida en las que nombraron supuestas causas que pueden hacer que un escritor fracase, como la publicación prematura, hacer cosas ridículas, leer demasiado a los contemporáneos o no leerlos en absoluto, imitar a los autores que se admira cuando se trata de autores inimitables, la carrera de los concursos, llevar “vida de escritor” en lugar de escribir, el éxito, la vida familiar, las drogas... En general, una conversación divertida que hizo reír al auditorio en más de una ocasión.


María Tena habló de los talleres literarios y dijo que no se puede enseñar a ser escritor, pero sí se puede enseñar a escribir. Los talleres tienen ventajas indiscutibles: Te sientes menos solo, te ayudan a creer en ti, a identificar las herramientas de tu trabajo, siempre hay algo que aprender. Por supuesto, recalcó que el mejor taller es la lectura y recomendó copiar los trucos de los buenos escritores.
Una de sus conclusiones finales fue que no se puede contar la realidad en una novela, hay que deformarla. La realidad suele ser demasiado increíble como para que funcione literariamente.


Juan Bonilla habló sobre las ambiciones literarias desmedidas, empezando por la ambición esencial de los poetas de la modernidad: cambiar la vida. Panero opina que hay que escribir para desenmascarar a Dios. También hay autores que pretenden escribir para enamorar, para que les quieran. Gottfried Benn decía que “un poema es poca cosa si no es capaz de devolver a las tabernas a quienes se han jurado no probar una gota más de alcohol”. Y Maiakovski, en quien se centró la mayor parte de la charla, llegó a afirmar que la Revolución Rusa había sido una consecuencia directa de la lectura de sus poemas.


Al día siguiente, comienzo la jornada escuchando a Care Santos y Javier Reverte departiendo sobre la literatura de viajes. Viajar es huir de la rutina, dicen. Para poder escribir sobre un lugar es preciso haber olido sus calles y escuchado sus sonidos. Viajar es una experiencia sensorial, aunque internet nos pueda dar tanta información como para poder conocer casi cualquier lugar. Reverte dice haber experimentado nostalgia de lo que no se conoce. Care Santos habla de los territorios que se sueñan leyendo. Leer es vivir imaginariamente.


Ver a Mauricio Wiesenthal es toda una experiencia. Habla con mucha vehemencia, como si estuviera enfadado. La frontera es el motor, dice. Muchas aventuras se pierden por la inacción. Hay que mirar a las estrellas. Advierte que la cultura es muy frágil. Sin fe no se puede crear: fe en la vida, en los valores humanos. La fe es intentar buscar, intentar luchar. Piensa en el escritor como autoridad moral, no le interesa el escritor como payaso, como entretenimiento. No se entretiene con la literatura. La literatura es algo sagrado.
Dice que ha hecho su camino de un modo heterodoxo, solitario, y siempre terminó chocando con sus afines: es su destino.


Félix Romeo y Javier Tomeo mantuvieron una charla amigable y distendida, en la que contaron anécdotas y dieron muestras de la gran complicidad que hay entre ellos. En un momento dado le preguntaron a Tomeo cuántos libros había escrito y dijo que eso lo sabía mejor Félix Romeo que él mismo.
Se rememoró la relación de Tomeo con Dalí y contó algunas anécdotas. “Era un hombre con un marketing muy estudiado”.


Elvira Navarro habló sobre la ficción y las ciudades. Apoyó su charla con diversas fotografías. Dijo que, en general, cuando se escribe, el sentido se manifiesta después, pero una conferencia te obliga a buscar el sentido a priori, analizar la propia obra. Su escritura es urbana, pero los centros de las ciudades están sobreexplotados, mitificados. Sólo en la periferia pueden los personajes moverse con libertad. Es en la periferia donde se ubica la literatura.


La charla entre Juan Cruz y Manuel Rivas comenzó con un homenaje al director Jorge García Berlanga, cuyo fallecimiento se acababa de conocer.
La charla giró en torno a recuerdos de Manuel Rivas, que contó algunas anécdotas de su infancia con el detalle de los buenos oradores y mantuvo al auditorio expectante y divertido con sus historias. Cruz le dijo: “El estupor es la raíz de tu obra”. Rivas manifestó que no entiende por qué el hombre quiere dominar al hombre.


Gabriela Wiener y Jaime Rodríguez realizaron una performance audiovisual titulada “Dímelo delante de ella”. Extractos de las conversaciones de una pareja en torno a la literatura y sus experiencias.


Vicente Luis Mora centró su charla en Google como punto de partida creativo. Google es un sistema de ordenación del conocimiento que se impone a nivel mundial y artistas de diversos ámbitos lo están utilizando para crear arte. Nombró proyectos como “God’s Eye View” del colectivo The Glue Society, “Googleramas”, de Joan Fontcuberta, y otros autores como Jon Rafman (“The nine eyes of Google Street View”), Bill Guffey (“Google Street View Paintings”), Charles Cumming o Jennifer Grucza.


Santiago Roncagliolo y Bruno Galindo hablaron sobre los avances de la robótica. Comentaron experimentos que daban grima o, cuanto menos, una comprensible preocupación, como robots capaces de realizar el trabajo de una enfermera o de vigilar a los niños de una guardería.


El último acto al que acudí fue la charla entre Robert Juan-Cantavella y Juan Gallardo Muñoz, es decir, Curtis Garland, autor de referencia de novelas “de kiosco” que ha cultivado todos los géneros posibles: ciencia ficción, detectives, oeste, novelas bélicas e incluso eróticas. Cuando Juan-Cantavella le dice que ha escrito unas 2000 novelas, él sonríe y puntualiza: unas pocas más. Tiene ochenta años y ha pasado más de sesenta escribiendo. A los quince años ya firmaba una columna de crítica de cine y la firmaba con el pseudónimo “Juan Viñas”. Reconoce que el cine ha sido una de sus más importantes fuentes de inspiración.
Curtis Garland mantuvo la sonrisa durante toda la charla. Habló de sus inicios. Al principio escribía poco, dijo, una novela al mes. Luego llegó a escribir hasta siete. A veces la novela la escribía en un día y el resto lo dedicaba a descansar. Y, además, tiene novelas en el cajón. Una de ellas se publicará el año que viene en la editorial Morsa. Precisamente la que más le gustaba a su mujer, dice.


También habló de las condiciones de trabajo. En los años setenta le pagaban dos mil pesetas por novela, la mitad en el momento de la publicación y la otra mitad al mes siguiente. Los derechos eran de la editorial hasta que cambió la ley y el copyright pasó a ser del autor. Además se obligó a la editorial a declarar la tirada de los libros, con lo que sus ingresos aumentaron considerablemente. Los autores no se conocían entre sí y la editorial imponía que el final debía ser obligatoriamente un final feliz.
Respecto a la censura afirmó no haber tenido excesivos problemas. Se preocupaban sobre todo por lo relacionado con el sexo. La política, en general, no era problema puesto que sus historias se ubicaban bien en el extranjero o bien en el espacio exterior. Sin embargo, una la tituló “Matad al presidente” y la censura no la pasó. Esperó tres meses y volvió a presentar la misma novela con el titulo cambiado: “Magnicidio”, y entonces fue aprobada.
Una charla entrañable muy bien llevada por Juan-Cantavella, a quien se le notaba la admiración por el octogenario escritor.


En este festival también se celebró la gala de entrega del Premio Cosecha Eñe 2010. Y muchos más actos a los que no pude acudir, no sólo por carecer del don de la ubicuidad, sino por una evidente cuestión de resistencia física. En cualquier caso un evento de indudable interés.

He encontrado información de otros actos en este otro blog.

5 comentarios:

Clarice Baricco dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Clarice Baricco dijo...

¡Otra vez Juanito!¡Ay!
Cuánta fiesta amigo. Tanto que aprender con esta crónica.
Lindo que lo hayas disfrutado. Habrá que tomar más chocomilk de pancho pantera para que resistas, jajaja.
Apunto unos escritores que mencionas.
Me gusta esta forma de narrar el evento y con la foto.

Abrazos.

Antonia Romero dijo...

Me muerooooooo de envidia. Gracias, gracias Miguel por compartirlo.

Un abrazo

Anabel Rodríguez dijo...

Me descubres la envidiosa que hay en mi. Que suerte, que fortuna la tuya al poder presenciar esos eventos. Se nota que has disfrutado mucho
Un abrazo.

Javier Puche dijo...

Yo también fui. Aunque sólo estuve en la conferencia de Juan Bonilla. Gracias por la crónica, Miguel.