martes, julio 06, 2010

Bibliotecas llenas de fantasmas


Yo no tenía el hábito de subrayar los libros, hasta que admití que era un error, ya que a veces buscaba un determinado párrafo y encontrarlo, cuando podía, me suponía un esfuerzo y un tiempo excesivos. Así que decidí que subrayaría los libros. Una frase, una señal, una idea... Sin embargo, con el libro de Jacques Bonnet, “Bibliotecas llenas de fantasmas”, tuve que replantearme este hábito, contenerme, limitarme a una marca, a sólo una frase, puesto que corría el riesgo de subrayarlo en su totalidad. Hacía tiempo que un libro no me sacudía de esa forma. He visto que Bonnet era alguien que padecía una enfermedad libresca que yo conozco muy bien. Me he sentido identificado en casi todas sus observaciones. El libro de Bonnet habla de Bonnet, pero también habla de mí y de mucha más gente que comparte la afición de buscar libros, conservarlos, leer unos, tener disponibles otros... Ya hablé hace tiempo en dos post de este asunto: Adicción y Adicción 2.

Dice que George Perec, en “Pensar/Clasificar”, intentó enumerar todas las formas posibles de ordenar una biblioteca: por orden alfabético, por continentes o países, por colores, por encuadernación, por fecha de adquisición, por fecha de publicación, por formato, por géneros, por grandes períodos literarios, por idiomas, por prioridad de lectura y por serie. Y concluye que, “en la práctica, toda biblioteca se ordena a partir de una combinación de estos modos de clasificación”. Entonces miro a mi alrededor y me pregunto cómo tengo organizada la mía. Tal vez el criterio prioritario sería “por prioridad de lectura”, aunque tengo algunos lugares dedicados al ensayo histórico, a los manuales sobre literatura, a un determinado autor o a un determinado tema. Y el orden va cambiando. Es posible que, en algún momento, se me ocurra escribir algo sobre un tema concreto, la violencia en televisión o la vida en un internado o lo que sea. Entonces rebusco en mi biblioteca los libros que puedan tener alguna relación con dicho tema y alguno que tenga una estructura similar a la que pienso utilizar en mi libro o alguna biografía que guarde relación con el asunto, etc. De este modo, los libros de este grupo pasan a estar juntos en una zona concreta por un motivo del que únicamente yo soy consciente. La biblioteca va cambiando, se va acomodando a un orden cuyo mapa sólo yo soy capaz de entender. El caos es sólo aparente, pues se rige por un orden oculto, personal: es el desorden ordenado.

Bonnet realiza un recorrido bastante extenso sobre lo que rodea al libro. Habla de la formación de una biblioteca, de cómo unos libros nos llevan a otros, de cómo una biblioteca nos pone en contacto con el mundo, con realidades que nos son ajenas; también habla del fin de algunas bibliotecas, y salpica el texto con citas y anécdotas, pero sobre todo nos contagia su pasión por los libros.

Algunas citas:

«¿Los ha leído todos?» No, por supuesto que no. O tal vez sí. En realidad, no lo sé. Es complicado. Hay libros que leído y olvidado (muchos) y algunos a los que sólo he echado un vistazo rápido y de los que me acuerdo. Así pues, no todos han sido leídos pero sí hojeados, gulusmeados, sopesados.

Conservo pocos periódicos pero los recorto mucho. Los artículos pueden entonces ir a parar a dos lugares distintos: o a un libro en el que tienen un lugar lógico y por lo tanto fácil de recordar o a una gran caja de cartón de «artículos que conservar» en la que, por lo general, no consigo encontrar nada de nada.

Bernard Berenson, cuando se enteró de que se le acababa de aparecer la Virgen a Pío XII, hizo inmediatamente la pregunta que se plantea todo historiador del arte: «¿En qué estilo?»

Lo más extraño, en el caso de estas largas búsquedas, es encontrar, unas semanas después de haber conseguido por fin el tan deseado ejemplar, y por descontado a menor precio, otro. [...] La tentación de comprarlo entonces es fuerte, aunque ya no tenga ninguna utilidad, simplemente a modo de homenaje a todos esos años de búsqueda.

El convivir con miles de libros influye en el funcionamiento de la memoria. La mía se preocupa más de poder localizar rápidamente el libro en el que se encuentra el dato que busco que de llenarse de hechos, datos o citas que ya están en mis anaqueles.

Escoger qué hay que conservar y qué hay que desechar requiere una energía que nunca he querido invertir.


BIBLIOTECAS LLENAS DE FANTASMAS
Jacques Bonnet
Editorial Anagrama

4 comentarios:

JOSÉ ROMERO dijo...

En momentos en que me planteo como ordenar mi biblioteca, depurarla o comprar más muebles para acomodar lo existente y lo venidero, nos recomiendas este libro. Lo buscaré, en estos tiempos de duda lo necesito. Un abrazo.

HLO dijo...

Un libro delicioso de verdad. ¡Y no estamos solos en la galaxia! (en lo único que disiento es en lo de colocarlos en el baño también: todo tiene un límite).

Clarice Baricco dijo...

Me mató el libro y tu reseña.
Lo buscaré.
En esta casa es el cuento sin fin.
Un día me dieron las cinco de la mañana para arreglarlos.
Después, pasan unos meses y cuando creímos que ya quedó, llegan más libros o llega nuestro propio desorden. O ya no caben en los libreros, entonces, se improvisa con arte y uno camina entre libros y ya sin saber todo exactamente.
Además están las revistas y los recortes de los periódicos. Algunos los pegamos en el libro indicado. Otros vamos pegando en una libreta especial por autor con sus columnas. En fin. Es un mundo maravilloso y de mucho trabajo.


Abrazos.

Francisco Ortiz dijo...

Los libros tienen vida propia, se mueven en los estantes y cambian de sitio ellos solos, buscan la compañía de los afines, lloran si no lo consiguen. O eso creo yo.