David Foster Wallace era un escritor de escritores. No se puede entender a la nueva generación de escritores norteamericanos sin tenerlo en cuenta. Era el más importante, el más torrencial, el más innovador. Esta semana comenzó con el anuncio de su muerte. David Foster Wallace se ahorcó en su domicilio. Lo encontró su mujer, Karen Green. Vivían en Clearemont, California. Era profesor de escritura creativa en la Universidad de Pomona. Era un escritor admirado, un autor esencial en la historia de la literatura. Tenía 46 años. Eduardo Lago, en el obituario que escribió para El País informa que hace unos años “el propio escritor pidió que lo internaran en una unidad de vigilancia hospitalaria pues no se sentía capaz de controlar su pulsión suicida”.
La noticia me pilló desprevenido. Intenté comentarla con algunos amigos, pero pocos sabían a quién me refería. No era un personaje popular, excepto entre la gente aficionada a la escritura. De hecho, los libros de Foster Wallace provocan que a uno le entren ganas de ponerse a escribir. Su prosa, que se despliega en varias direcciones, difícil de controlar, aunque el autor la sujeta con mano firme, impidiendo que se desboque, como parece ser su tendencia, resulta elegante e hipnótica, todo un ejercicio de estilismo fascinante ante el que sólo nos queda maravillarnos y contener nuestro asombro. Sus libros se involucran en la realidad, indagan en el tejido social, y toma partido, con sentido del humor, pero también con sentido de la responsabilidad. Es un autor crítico con el mundo en el que le ha tocado vivir.
Sin embargo, encuentro pocas referencias a la muerte de este autor. No escucho nada en ningún programa de televisión. Tampoco por la radio. Pocas líneas en la prensa. Es en internet donde están las referencias que buscaba. Los blogs se encargan de difundir la noticia, de cantar los logros del autor desaparecido, blogs de admiradores incondicionales, algunos empeñados en demostrar quién es el más “FosterWallaciano” de todos. Yo tan sólo he leído un par de libros, aunque eso no me impide estar al día sobre cada una de sus publicaciones, sobre su influencia y su importancia. Tampoco por ello siento menos su muerte. De hecho, no me la quito de la cabeza.
Es el momento de comprar los libros suyos que aún no tengo. Seguro que todos serán reeditados en breve. Siempre es así. Cuando un autor muere, la gente sale a comprar sus libros. Yo también lo hago, no puedo negarlo.
David Foster Wallace ha pasado a formar parte de esa macabra lista de autores que decidieron poner fin a su vida; como Ernest Hemingway, que se pegó un tiro; o Jerzy Kosinski, que se asfixió cubriéndose la cabeza con una bolsa de plástico; o Sylvia Plath, que metió la cabeza en el horno y abrió el gas después de sellar la puerta de la cocina con cinta aislante y preparar el desayuno de sus hijos pequeños, que todavía dormían; o Virginia Woolf, que metió piedras en los bolsillos de su vestido y se sumergió en las aguas del río Ouse, en el condado de Sussex; o Sarah Kane, que se ahorcó con los cordones de sus zapatos, en el baño de una habitación de hospital, cuando tenía tan sólo veintiocho años; o John Kennedy Toole, que también se ahorcó, creyendo que era un escritor fracasado; o Hunter S. Thompson, que se pegó un tiro hace unos años, porque pensó que haber vivido 67 era más que suficiente; o Yukio Mishima, que se hizo el hara-kiri; o Jack London, Maiakovski, Quiroga, Mariano José de Larra, Primo Levi, Cesare Pavese, Emilio Salgari, y tantos y tantos otros.
La literatura es un refugio…
Ahora, uno se fija en las referencias al suicidio que se encuentran en las páginas que escribió, como ese relato titulado “El suicidio como una especie de regalo”. O el siguiente párrafo, que encuentro en su relato “Lyndon”: «La mala fortuna quiso que Jeffrey viera en aquello razón suficiente para quitarse la vida, y se la quitó de una manera especialmente desagradable. Y en la mesa que había junto a los tubos de la calefacción de los cuales se colgó, dejó una nota…»
Pero creo que Foster Wallace no dejó ninguna nota.
La fotografía es de Suzy Allman, publicada por The New York Times.
11 comentarios:
Hola Miguel.
No tenía conocimiento de la vida y obra de David Foster Wallace.Es cierto lo que dices,ahora que se ha suicidado muchos lectores se acercarán movidos por esa curiosidad morbosa que siempre nos embarga en estas situaciones,será difícil no caer en la tentación de hacerse con alguno de sus títulos.Muy interesante la macabra vinculación entre literatura y suicidio mostrándonos esa amplia nómina de escritores que abondonaron este mundo de forma tan trágica.Si,la literatura es un refugio y,a veces,un túnel sin salida.Cuidate.
Qué buen artículo.
Qué horror, de los ejemplos que pones, el caso de Sylvia Plath. No puedo imaginarme qué tipo de horror lleva a una mujer hacer eso con sus hijos a pocos metros.
Reconozco que yo lo empezaré a leer ahora.
Un abrazo.
¡Qué tristeza!
Leí la nota en el periódico y se me vinieron muchas interrogantes.
Las letras que son buen refugio terminan por ahorcar.
Siento tristeza por esta gente talentosa que teniendo tanto por seguir compartiendo, prefieren dejarnos.
Hay un libro en casa que aún no leo.
Cuídate.
Abrazos.
Conmovido estoy Miguel.No sabía nada de su muerte,cuando se trata de un escritor que admiro muchísimo.La broma infinita es una de las mejores novelas que he leído desde Viaje al fin de la noche de Celine.Sus relatos son impagables.
Ya te digo;estoy conmovido de verdad.
Un fuerte abrazo.
Leí lo de su muerte en la prensa y, a pesar de que me resultaba conocido, debo admitir que no he leído nada de él. Es terrible la forma en que ha decidido acabar con su vida. No puedo imaginar el tormento interior de quienes deciden hacer algo así. La literatura no fue suficiente refugio para él ni para todos los que mencionas en tu post, que ha conseguido emocionarme. Como tú dices, puede que sea el momento de conocer mejor a este malogrado autor.
Un saludo
Aunque en los otros medios no hayan dicho nada, en Internet ha sido un aluvión de textos sobre DFW, de todo tipo y calado.
Éste me parece el mejor de los que he leído porque es informativo, sincero, emocionado por la literatura pero contenido ante la posible mitificación (a mí me repele mucho la mitificación extraliteraria, no lo puedo evitar), en definitiva, "normal", escrito por un lector que ama la literatura.
Con la primera frase, ya dices bastante más que la mayoría de lo que he leído estos días sobre DFW: cierto, era un escritor de escritores (o de aspirantes a escritores).
Y sobre todo, muy bien escrito.
Un saludo.
Estoy leyendo ahora "Suicidios ejemplares" de Vila Matas.
La atracción que ejerce la desaparición de este mundo, por encima de cualquier otra consideración.
pero es una lástima.
En tu lista de escritores suicidas te has dejado a Sándor Márai, que peleó toda la vida contra lo imposible (el régimen prosoviético húngaro), y escribió magníficamente, contra viento y marea, sin que nadie le publicara nada en Hungría. Se suicidó con más de 80 años, en California, tan lejos de esa Budapest que no volvía a pisar desde la posguerra. El forense dictaminó depresión senil.
No conocía al autor hasta que leí la noticia de su muerte. Siempre me conmocionan este tipo de cosas aunque no haya conocido a la persona.
Como dijo Mart en su comentario, a veces la literatura es un refugio pero también a veces es una especie de laberinto.
Abrazos.
Voy a ser un poco malo. Me ha hecho gracia lo de "la noticia me pilló desprevenido"... ¡Qué desconsideración por parte del tal Foster ese! Mira que no avisarle antes; ¿qué le hubiera costado una llamadita rápida? Del tipo "oye, Miguel, que si lees algo de que me he muerto, no te asustes, eh, que he sido yo".
Me ha recordado a los textos que acompañaban muchos relatos porno (que, por supuesto, yo nunca he leído), en los que el "teléfono siempre sonaba de repente, sin previo aviso"
Y ahora ya en serio, decir que se siguen leyendo con gusto sus entradas. Y que coincido con portorosa en la desazón que me ha producido el episodio de Sylvia Plath.
Saludos
Gracias por vuestros comentarios.
Me he dejado muchos casos, la lista sería mucho más larga. Sándor Marái, desde luego (gracias por el aporte Ignacio J.), también Stefan Zweig, Malcolm Lowry, Paul Celan, Gabriel Ferrater... y muchos otros, demasiados.
Ignatus, sí, es cierto, ha sido desconsiderado. Es imperdonable que esa frase tópica esté en el escrito, pero así ha sido, ya no hay remedio. Y seguramente sí que avisó, pero no le sirvió de nada.
Es verdad que en internet sí que ha tenido repercusión la noticia, pero creo que demasiados medios la han ignorado.
Un abrazo y gracias por estar ahí.
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