La inspiración existe, entendida como un fogonazo concreto, como una corriente de frases que, de momento, te parecen todas perfectas, aunque luego constates que no los son.
Comprendo todo lo que se suele decir sobre la inspiración, restándole importancia, aquello de que debe pillarte trabajando, que la mejor inspiración es sentarse a escribir todos los días… pero lo cierto es que existe. Aunque Faulkner dijo que él jamás la experimentó, yo creo que todo el mundo ha tenido un momento en el que se ha resuelto, como por arte de magia, el problema que quería plantear en una novela, el final de un relato, o una primera frase de la que sólo tenemos que tirar para descubrir adónde nos conduce. Son momentos que me parecen mágicos y que le llenan a uno de una felicidad un poco extraña e incomprensible.
Ray Bradbury, en su libro “Zen en el arte de escribir”, que es muy interesante por cierto, incluye un capítulo titulado “Cómo alimentar a una Musa y conservarla”. Esa Musa es, por supuesto, la inspiración, que admite que se corresponde con lo que todo el mundo llama el inconsciente. No obstante, sostiene que esa Musa debe ser alimentada a base de lecturas de todo tipo y de escritura constante: “Viviendo bien, observando a medida que vive, leyendo bien y observando a medida que lee, usted ha nutrido su Identidad Más Original. Mediante el entrenamiento, el ejercicio repetido, la imitación y el buen ejemplo ha creado un lugar limpio y bien iluminado para conservar a la Musa”.
Todo suele comenzar con una idea, o con una frase que aparece de repente y se niega a irse; y lo demás surge después, a fuerza de ir tirando del hilo.
Supongo que resulta inevitable que cada escritor le dé vueltas a los temas que le obsesionan, bien sean las drogas o la introspección psicológica, la muerte o la soledad, el sentido de culpa o el destino, la indecisión o el azar. Pero no es raro que el escritor se dé cuenta de esos temas a medida que avanza en la construcción de algo que pueda ser digno de denominarse “su obra”. Cuando se enfrenta a los textos, empieza a encontrar las concordancias, incluso las obsesiones. Y también supongo que habrá casos en los que será algún crítico, de los buenos, que los hay, quien le mostrará al escritor aspectos de su obra que él no había analizado fríamente y con distancia.
Desde hace algún tiempo, pienso que me gustaría poder escribir una historia en la que varios personajes viviesen en un mismo sitio, pero con una visión de la realidad distinta. No sé por qué me interesa este tema. Tal vez lo descubra si alguna vez llego a desarrollarlo.
En mi caso, no tengo preconcebido ningún plan. Alguna vez lo he intentado, pero me resulta aburrido, prefiero dejarme llevar, que los personajes vayan tomando sus decisiones sobre la marcha. Puedo asegurar que a veces me he sorprendido del giro que ha tomado una determinada historia. Recuerdo concretamente el caso de un relato que finalmente titulé “El Recuerdo”: yo quería que fuese la historia de un hombre que va rememorando diferentes episodios de su vida, sin embargo, sin previo aviso, se presentó “La Sombra” y empezó a hacerle preguntas al viejo y, finalmente, me enteré de que el viejo había matado a su esposa, pero la había matado por amor. Es un relato inédito, claro.
Cuando uno se enfrenta a sus escritos puede empezar a descubrir cosas de las que no era consciente, temas recurrentes como la infancia o la muerte, que le hacen pensar en sí mismo, le ayudan a conocerse. No obstante, aún así, uno no puede afirmar que esté seguro de sus conclusiones, pues ya se sabe que un escritor es el peor juez de su propia obra.
Supongo que con un blog pasa poco más o menos lo mismo.
Comprendo todo lo que se suele decir sobre la inspiración, restándole importancia, aquello de que debe pillarte trabajando, que la mejor inspiración es sentarse a escribir todos los días… pero lo cierto es que existe. Aunque Faulkner dijo que él jamás la experimentó, yo creo que todo el mundo ha tenido un momento en el que se ha resuelto, como por arte de magia, el problema que quería plantear en una novela, el final de un relato, o una primera frase de la que sólo tenemos que tirar para descubrir adónde nos conduce. Son momentos que me parecen mágicos y que le llenan a uno de una felicidad un poco extraña e incomprensible.
Ray Bradbury, en su libro “Zen en el arte de escribir”, que es muy interesante por cierto, incluye un capítulo titulado “Cómo alimentar a una Musa y conservarla”. Esa Musa es, por supuesto, la inspiración, que admite que se corresponde con lo que todo el mundo llama el inconsciente. No obstante, sostiene que esa Musa debe ser alimentada a base de lecturas de todo tipo y de escritura constante: “Viviendo bien, observando a medida que vive, leyendo bien y observando a medida que lee, usted ha nutrido su Identidad Más Original. Mediante el entrenamiento, el ejercicio repetido, la imitación y el buen ejemplo ha creado un lugar limpio y bien iluminado para conservar a la Musa”.
Todo suele comenzar con una idea, o con una frase que aparece de repente y se niega a irse; y lo demás surge después, a fuerza de ir tirando del hilo.
Supongo que resulta inevitable que cada escritor le dé vueltas a los temas que le obsesionan, bien sean las drogas o la introspección psicológica, la muerte o la soledad, el sentido de culpa o el destino, la indecisión o el azar. Pero no es raro que el escritor se dé cuenta de esos temas a medida que avanza en la construcción de algo que pueda ser digno de denominarse “su obra”. Cuando se enfrenta a los textos, empieza a encontrar las concordancias, incluso las obsesiones. Y también supongo que habrá casos en los que será algún crítico, de los buenos, que los hay, quien le mostrará al escritor aspectos de su obra que él no había analizado fríamente y con distancia.
Desde hace algún tiempo, pienso que me gustaría poder escribir una historia en la que varios personajes viviesen en un mismo sitio, pero con una visión de la realidad distinta. No sé por qué me interesa este tema. Tal vez lo descubra si alguna vez llego a desarrollarlo.
En mi caso, no tengo preconcebido ningún plan. Alguna vez lo he intentado, pero me resulta aburrido, prefiero dejarme llevar, que los personajes vayan tomando sus decisiones sobre la marcha. Puedo asegurar que a veces me he sorprendido del giro que ha tomado una determinada historia. Recuerdo concretamente el caso de un relato que finalmente titulé “El Recuerdo”: yo quería que fuese la historia de un hombre que va rememorando diferentes episodios de su vida, sin embargo, sin previo aviso, se presentó “La Sombra” y empezó a hacerle preguntas al viejo y, finalmente, me enteré de que el viejo había matado a su esposa, pero la había matado por amor. Es un relato inédito, claro.
Cuando uno se enfrenta a sus escritos puede empezar a descubrir cosas de las que no era consciente, temas recurrentes como la infancia o la muerte, que le hacen pensar en sí mismo, le ayudan a conocerse. No obstante, aún así, uno no puede afirmar que esté seguro de sus conclusiones, pues ya se sabe que un escritor es el peor juez de su propia obra.
Supongo que con un blog pasa poco más o menos lo mismo.
8 comentarios:
Jamás he reflexionado en profundidad sobre lo que es la inspiración, aunque en mi caso, a esa sensación que describes, prefiera llamarla "hallazgo", y claro, opino que es mucho mejor encontrar algo cuando se anda buscándolo; tal vez porque siempre han coincidido mis épocas de mayor creatividad con aquellas en que he decidido dedicarle más tiempo a la escritura.
Ya ves, Miguel, otro punto de vista.
Saludos.
para inspirarme pienso que estoy expirando...
Mi querido Miguel;este post me ha llevado a reflexionar mucho más allá de lo que yo imaginaba.Cuando me propuse escribir en un blog, la idea inicial era la de ser un diario de escritor,es decir,de anotaciones sobre los problemas de concebir una idea y desarrollarla,anécdotas,fragmentos de diario,sueños y pesadillas,observaciones triviales,una conversación al vuelo,mis inseguridades,mis dudas,mis miedos,mis recuerdos.En fin,que se hiciera notar que nuestro lenguaje estructurado en sujeto-verbo-predicado es inadecuado para expresar el flujo de la existencia.Pero no se como diablos he llegado a escribir únicamente sobre libros y películas.A veces me dan ganas de borrarlo todo y empezar de nuevo.Como dice nuestro admirado Enrique Vila-Matas:"Escribir es corregir la vida." Creo que nunca escribimos sobre lo que creemos escribir,sino sobre nosotros mismos.Sólo somos lenguaje incompleto y emoción pasajera de la vida.
Gracias por recordármelo en este estupéndo post.
Un fuerte abrazo.
Dice Gadamer, que cuando de pronto estás escribiendo un texto (sea de investigación o sea ficción) y te viene a la cabeza un descubrimiento o algo que no imaginabas, que llega como un relámpago de luz, te hace sentir genio. Y esto se debe no a que se sea genio o no, sino a que te sientes tan bien al "descubrir" eso que tanta alegría te da en ese momento, que gritas de emoción, brincas. La inspiración ha llegado, y la sientes.
Muchos saludos
Es muy interesante lo que planteas, siempre me ha interesado saber como escriben ustedes los escritores.
Me hiciste recordar que alguna vez alguien me dijo que yo no era escritora. Le contesté que estaba en lo cierto, que ni pretendía ni deseaba serlo y le declaré: Nomás escribo para contarme la vida. Y Miguel, pa’contarme la vida, necesito que mis manos estén inspiradas, sino, no sale nada. El oficio no lo tengo. Me cuesta mucho. Por eso prefiero seguir leyendo.
Sólo tengo dos libros de Bradbury, voy a conseguir el que mencionas.
La foto es preciosa.
Abrazos.
G
Pepe, es cierto lo que dices, también ocurre que andas buscando algo y, de pronto, lo encuentras. Pero también hay veces en que una idea te asalta de repente y te sorprende y piensas que tienes que escribirla. Sí, quizá la andaba buscando de un modo inconsciente, no sé, pero no quiero renunciar a la existencia de la inspiración.
Jose M, un juego de palabras con mucha miga...
Francisco M., me siento muy identificado con lo que dices. También tenía la intención de que mi blog fuera una especie de cuaderno de escritor. A eso quiero dirigirme. No hay que renunciar a escribir sobre libros y películas, por supuesto, pero quiero incluir más cosas.
Magda, es cierto, creo que no hay una alegría comparable a la que le embarga a uno cuando le asalta una idea o un planteamiento de esos que te dejan parado allí donde te pilla.
Graciela, el oficio lo tienes, no lo dudes. Escribir para contarse la vida creo que es el objetivo de todo escritor.
La foto la hice yo. Me alegra que te guste.
Muchas gracias por los comentarios y un fuerte abrazo a todos.
Hola, Miguel.
Me ha parecido súper interesante esta entrada.
Yo he experimentado esos fogonazos inspiratorios, estos instantes de iluminación o gran intuición, que en ciertos momentos hacen que me detenga a macerar una idea o que me siente a escribir, sin embargo, luego viene el trabajo con la palabra, la pasión va cediendo para darle paso a la reflexión, al trabajo de la costurera.
En mi caso me gusta que la inspiración siempre me encuentre trabajando... :)
Sabes, me pasó algo similar a lo que relatas te pasó con un cuento. Yo empecé a escribir un relato sobre algo, de repente mi hermano -que estaba frente a mí- me hizo una mueca y comencé a escribir sobre eso. También me ha pasado que tengo el cuento ideado de principio a fin en la cabeza, pero cuando va tomando cuerpo y forma, aparecen otras posibilidades, otras salidas, y eso también me resulta interesante porque de repente lo que estaba totalmente planeada me sorprende, me mostra una nueva ruta.
Espero que escribas esa novela de la que hablas.
Abrazos.
Has planteado una reflexión muy interesante, Miguel. Coincido contigo en que esos momentos de inspiración son mágicos, y difíciles de describir cuando uno los ha experimentado. Aunque también es verdad que suelen pillarte trabajando, por lo que el esfuerzo y la concentración son también grandes creadores de musas.
El tema sobre la distinta visión de una misma realidad me ha recordado al libro que acabo de leer que pronto reseñaré en mi blog, La mujer justa, de Sándor Márai. Muy recomendable.
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