En Facebook escribió el escritor Carlos Manzano el siguiente texto sobre "Viajero de salón":
A veces se escriben libros por amor, y también libros sobre el amor. El
tema del amor es tan extenso que caben miles de variaciones distintas y puntos
de vista incluso contradictorios; es un tema que no se agota nunca. Se pueden
escribir libros impulsados por el amor, y no solo entre humanos, sino amor a
muchas otras cosas: a la vida, a un territorio, a la infancia, a los misterios.
Y por supuesto también se pueden escribir libros de amor a la literatura, a los
libros, a la incomparable compañía que proporcionan y al modo en que pueden
llegar a condicionar lo que somos y lo que vivimos. Y esto, de alguna manera,
es lo que ha hecho Miguel
Sanfeliu con su libro “Viajero de salón” (Silex, 2025): una sincera y desbordante
declaración de amor a los libros, o a la literatura mejor dicho, al valor y la
trascendencia que esta puede llegar a alcanzar en nuestras vidas (en la suya,
en ese caso), a todo lo que nos aporta, y que no tiene nada que ver con el
entretenimiento.
Conozco a Miguel desde hace algunos años, aunque no nos hemos visto
demasiadas veces en persona. Pero creo que nos apreciamos mutuamente, entre
otros motivos porque, como si perteneciéramos a una extraña logia o a una
inocente secta cuyo objetivo no consiste en lograr nuevos adeptos sino en
reconocerse como fieles practicantes de una liturgia que tiene en la letra
impresa su objeto central, compartimos cierta desmedida pasión por la
literatura y por la lectura. Miguel es además una persona muy generosa, siempre
dispuesta a echar una pequeña mano a muchos escritores que deambulamos como
zombis por tierra de nadie, y por supuesto también extraordinariamente curiosa
(diría que todos los buenos lectores lo son), lo que le lleva a interesarse por
casi todo lo que se publica, o por todo aquello que se publica que pudiera
resultar interesante. Consecuencia de ello es la gran cantidad de libros que
atesora en su biblioteca personal, adquiridos a los largo de los años, y cuya
aleatoria, cuando no incoherente, disposición la convierte en algo enigmático
para cualquiera que no sea él.
Y de eso, entre otras muchas otras cosas, nos habla en este libro: de su
biblioteca, de su caótica organización y de algunos de los libros que aparecen
desperdigados en las baldas, de libros que han marcado su vida y la han llenado
de experiencias ajenas que él ha hecho suyas (de ahí el título). A modo de
pequeño resumen de las causas que alientan y estimulan su enorme hambre lectora
y que presumiblemente han propiciado la existencia de esta obra, me atrevo a
reproducir este párrafo que aparece en la parte final del libro:
“El juego de la literatura consiste principalmente en intentar entender a
los demás y, de este modo, intentar entendernos a nosotros mismos. Ver el mundo
a través de los otros, escarbar en las pequeñas miserias que nos hacen humanos,
nos ayuda a cuestionar la realidad y a indagar en ella, incluso a retorcerla un
poco. Vivir en la piel de otras personas, con otras creencias, otras ideas,
otros vicios, otros remordimientos, eso es lo que nos enriquece, ese es el
viaje que nos ofrece la lectura”.
Es sin duda una de las muchas maneras que podemos encontrar para explicar qué nos apasiona de la literatura, aunque, como he dicho más arriba, no es la única. A través de las páginas de “Viajero de salón” iremos accediendo a aquellas lecturas que por uno u otro motivo han provocado inquietud y despertado la curiosidad de Miguel Sanfeliu. En el libro nos habla de sus descubrimientos, de la manera en que ha ido accediendo a unos autores u otros, de aquellas circunstancias que rodearon el encuentro con determinado libro, de las razones que llevó a sus autores a escribirlos, de las mil y una perspectivas desde las que se puede abordar un mismo tema, de la importancia fundamental del cómo, muy por encima del qué, etcétera (hasta para un libro extenso resulta difícil abordar todos los elementos que determinan el hecho literario), pero sobre todo transmite el vigor de una pasión que no solo se asienta en el gusto personal, sino que refleja una posición ante la vida, una actitud respecto a todo lo que nos hace ser como somos y que resulta imposible condensar en proposiciones simples, medibles y representables: la vida entendida como una multitud de miradas, de percepciones, de sueños y de realidades inconexas y contradictorias que probablemente jamás seremos capaces de identificar por completo. De ahí la necesidad de atravesarlas por medio de una mirada literaria: es probable que sea la mejor manera que tenemos de encontrar algo que palie la falta de sentido de la existencia humana.
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