
Javier Cercas mantiene una charla con Félix Romeo en la iglesia San Juan de los Caballeros . Repasa sus inicios literarios, el éxito de su libro “Soldados de Salamina”, sus proyectos. Al hablar sobre cómo se inicia en él la pasión por la literatura, responde que no lo sabe muy bien. Piensa, tratando de recordar algo significativo, dice que siempre le gustó leer cosas raras, que su padre le dijo un día que los escritores bebían coca-cola y veían la televisión y eso a él le parecía una buena vida, que una profesora muy guapa le habló de Borges y se lanzó a leer todo Borges, luego llegaron otros, como Auden, uno de sus autores favoritos. Sin embargo, afirma que para un aspirante a escritor, encontrarse muy pronto con un escritor demasiado grande es pernicioso porque le aplasta. Nombra también como autores importantes en su formación a Salvador Oliva, profesor de la Universidad que había traducido todo Shakespeare al catalán, o Joan Ferrater.
Luego ocurrió algo determinante, que fue su viaje a EE.UU. En ese periodo aprendió a ver a su país con perspectiva. Estuvo en un lugar inhóspito, donde no había nada que hacer, así que allí escribió dos libros. También fue allí donde leyó por primera vez a Sánchez Mazas, por curioso que pueda parecer.
Félix Romeo le habla del éxito de su novela “Soldados de Salamina”. Cercas cita unas palabras de Gorgias: “La poesía es un engaño en el que quien engaña es más honesto que quien no engaña y quien se deja engañar más sabio que quien no se deja engañar”.
La literatura consiste en ver quién la dice más gorda. El objetivo del novelista es suplantar la realidad. “Soldados de Salamina” finge ser una crónica y para ello utiliza nombres de personajes reales, excepto uno que era ficticio, y que fue en el que creyó reconocerse una pitonisa televisiva que le llevó a juicio, algo muy delirante.
La novela surgió de una imagen que quería explicarse. El libro es la formulación de una pregunta. Le interesan las ideas en las novelas. El escritor intenta cambiar la percepción del mundo del lector, desautomatizar la realidad.
Afirma que la literatura cambia la vida y cita algunos autores que han sido muy importantes para él, como Kafka, Conrad, Bernhard, Cioran, Flaubert, Bioy, Borges (
tuve que librarme de Borges para poder recuperarlo), Dinesen, Barrow…
Respecto a la película que rodó David Trueba sobre “Soldados de Salamina” dijo estar satisfecho con el resultado. Le dio libertad al director para que hiciera suya la historia, ya que el cine y la literatura son lenguajes distintos, y el resultado fue bueno, diferente de la novela. Mencionan un libro que se editó con una conversación que Cercas y Trueba mantuvieron sobre la novela, la película, la historia…
Justo después de “Soldados de Salamina” comenzó a escribir “La velocidad de la luz”. No sintió ningún bloqueo por el éxito del libro. “La velocidad de la luz” narra una historia que había intentado contar en varias ocasiones sin encontrar el modo adecuado de hacerlo.

Félix Romeo le pregunta qué tal profesor era y él sonríe y dice que ahora que lo ha dejado todos le dicen que era buenísimo. Lo cierto es que siempre quiso ser escritor, pero lo llevaba como una vocación secreta, convencido de que siempre necesitaría otra profesión para ganarse la vida.
Sus primeros libros no tuvieron ni una reseña. Además, la editorial quebró. Y luego publicó en otra editorial que también se hundió después de publicar un libro suyo. A él todo esto no le parecían buenas señales.
Considera “El vientre de la ballena” como su libro más raro y más humorístico. También del que menos satisfecho se siente, pues incluso estéticamente es el más alejado de su producción. Por el contrario, el libro suyo que prefiere es “El inquilino”.
Al repasar sus inicios, explorar en su interior, comentó Cercas que ser un escritor catalán que escribe en castellano no es lo normal, resulta un poco raro. En Cataluña, la relación entre escritores catalanes y castellanos le ha decepcionado. Se ha dado cuenta de que existe una fractura en potencia. Y no quiere ir más allá en este tema. Se muestra cauteloso. Se ha dado cuenta de que la convivencia es muy frágil.
Por último, nos cuenta que está escribiendo una cosa rarísima, que no sabe si será una novela. Y también recita uno de sus poemas favoritos: “Lo fatal”, de Rubén Darío.
Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque ésta ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos...!
Yo aprovecho y lo transcribo porque resulta que también es uno de mis poemas favoritos.