lunes, marzo 25, 2019

Luis Quiñones - Crónica del último invierno




Luis Quiñones es un escritor que va desarrollando una obra sólida y coherente que debería ser más conocida y valorada. Es autor, hasta el momento, de cuatro novelas: El retrato de Sophie Hoffman (2008), Los papeles de Madrid (2013), Un hombre detrás de la lluvia (2015) y la que voy a comentar en este texto, Crónica del último invierno (2018). También es autor del blog Autobiografía por escribir…

Crónica del último invierno es una novela narrada en tres voces. Cuenta la historia del periodista jubilado Miguel Suárez, a quien le encargan la misión de averiguar qué pasó con un muchacho llamado Enrique Muñoz, desaparecido en los años setenta, esta es la trama principal que vertebra todo el libro. Por otra parte, se intercalan capítulos de estilo periodístico, que narran cómo era la España de aquellos años, los años de la transición, con los coletazos de un régimen agonizante que todavía tenía poder, y sigue los pasos del muchacho desaparecido: el artículo que escribe el periodista sobre su investigación. Por último, también se alternan capítulos narrados en primera persona, con una prosa más poética, los recuerdos de alguien que rememora su vida en los años clave en los que se centra la trama. Tres puntos de vista de una misma historia que no llegará a contemplarse en toda su magnitud hasta el final, pero que se va ensamblando con precisión a lo largo de la lectura. Tres historias que bien podrían formar tres libros distintos sobre un mismo tema y que, integrados en la estructura de la novela, le dan una dimensión caleidoscópica que supone un auténtico tour de force del que sale Luis Quiñones, no sólo airoso, sino definitivamente reforzado para ser considerado uno de los autores actuales a tener más en cuenta.

El libro realiza una completa revisión de los años de la transición, años complicados en los que, como dice en estas páginas, las autoridades públicas "formaban la misma estructura política e institucional que funcionaba durante la dictadura". El asesinato de los abogados de Atocha, el problema de la droga en los años 70, el asesinato de la estudiante Yolanda González, las torturas en la Dirección General de Seguridad, la legalización del Partido Comunista… rastros de una historia convulsa que dotan de un escenario real a esta historia de pesquisas en blanco y negro, de novela negra de cigarrillos y citas clandestinas, reforzada también por reproducciones de artículos de prensa o documentos oficiales.

Los personajes están perfectamente definidos, a través de pequeños detalles, de gestos, de su forma de hablar, destacando quizá el de Rosa, la amiga descreída que parece no pensar las cosas dos veces antes de decirlas.

El estilo de Luis Quiñones es preciso. Sus dotes de narrador quedan sobradamente demostradas con el ejercicio que realiza al cambiar alternativamente el estilo literario correspondiente a cada uno de los enfoques de esta historia de odios y rencores, que reflejan la realidad de una España herida que no termina de reconciliarse consigo misma. El modo en que integra los diálogos en el texto lo dotan de una oralidad muy apropiada, y convierten la lectura en un ejercicio ágil y casi hipnótico.

No estaría mal que esta obra, después de tantos libros que han revisado la etapa de la guerra civil, inaugurase también una revisión de unos años, los de la transición, que estuvieron llenos de tensiones y de violencia, escenario perfecto para intrigas y pesquisas de una época que no carece de tintes tenebrosos, sin duda de gran interés para ambientar la mejor novela negra española, aquella que remueva las llamadas cloacas del estado.

Crónica del último invierno es un libro ameno, una historia detectivesca que se lee con avidez, pero es también una obra comprometida que no elude los pasajes incómodos y habla de asuntos que a menudo parecen querer olvidarse o, al menos, preservarse en una urna de cristal a prueba de grietas, y es, por encima de todo, un libro escrito con pulcritud y precisión, perfectamente planificado, un reto literario del que el autor sale airoso y demuestra sus dotes, su calidad. 
Luis Quiñones ha escrito un gran libro.



martes, marzo 19, 2019

Fallas 2019

Un año más os invito a ver algunos de los monumentos espectaculares que han invadido las calles de nuestra ciudad en estas fiestas de arte y ruido.

Convento Jerusalén - Matemático Marzal

L´Antiga de Campanar (1er premio) 

Plaza del Pilar (2º premio)

Almirante Cadarso - Conde Altea

Na Jordana

Reino de Valencia - Duque de Calabria

Sueca - Literato Azorín

Cuba - Literato Azorín

Plaza del Ayuntamiento

Plaza del Ayuntamiento

Plaza de la Merced

Marqués de Sotelo

Plaza del Dr. Collado

Falla infantil

Plaza de la Virgen tras la ofrenda de flores

lunes, marzo 11, 2019

Premios literarios


El Premio Biblioteca Breve, convocado por la editorial Seix Barral, es una referencia en el mundo literario. En su primera etapa lo ganaron nombres como Luis Goytisolo, García Hortelano, Juan Marsé, Vargas Llosa, Juan Benet… En su segunda etapa, encontramos nombres como Juan Bonilla, Clara Usón, Elena Poniatowska, Fernando Aramburu, Menéndez Salmón o Fernández Mallo.
La ganadora de este año ha sido la escritora Elvira Sastre por su novela Días sin ti.
Elvira Sastre es una joven poeta, que utiliza las nuevas tecnologías, es youtuber, y es instagramer, pero además, también es filóloga y traductora. Tiene muchos miles de seguidores, más de un millón al parecer. Perfecto.
Resulta evidente que la joven autora es un buen fichaje para cualquier editorial. De momento parece que se garantiza una importante venta de libros.
Pero al parecer no era suficiente, había que asegurar bien la jugada.
Al hacer esto, intentan vendernos a una autora joven, con su primera novela, como una autora de primera fila.
Y claro, estalla la polémica. La prosa simple y tópica que parece imperar en el libro es rápidamente criticada. Unos hablan del desprestigio de la literatura, del fango comercial que embarra las sacrosantas letras. Y otros nos dicen que tampoco es para tanto, que no seamos ingenuos, que ya sabíamos que los premios están dados y se planifican bajo una óptica estrictamente comercial. (Aunque, al menos, deberíamos poder pedir que se disimule un poco).
Los que se quejan son esas élites puristas que ya criticaron el Nobel a Bob Dylan, esos, entre los que parece que me encuentro yo, aunque nunca me consideré élite de nada y mucho menos un purista.
Sí, es cierto. Ya lo sabemos. No se debe confiar en los premios. Es una cosa que es bien conocida, hombre, ¿qué pensabas? El mundo funciona así, despierta que parece que estás en Babia.
La gente sigue participando en el juego, quizá soñando que tal vez algún entendido lea su libro y, aunque no gane el premio, porque ya sabemos que blablablá, a lo mejor le dé por recomendarlo, por hacer algo a favor de la buena literatura. Una quimera. Un sueño ingenuo. Olvídate y espabila.
Pero digo yo, si es algo que todo el mundo sabe, ¿no debería hacerse algo? ¿Hay que aceptar que las cosas sean sucias porque sí? Los premios están dados y los políticos son corruptos y si a alguien le das monedas de cambio de más se las va a quedar, ya se sabe todo esto, no hay que ser pardillos. ¿Tampoco hay que denunciarlo? ¿No tenemos derecho a pedir que no se juegue con las ilusiones de nadie y que no nos vendan una cosa por otra?
Qué pena ¿no?
A mí me parece muy triste resignarse a esto. Pero más triste aún es que si muestras tu discrepancia, te llamen purista o, directamente, tonto.
Miren, a mí me parece que lo mejor es que los premios no se convoquen: que se den directamente y ahorren a los cientos de tontos que se suelen presentar (unos 742 en la convocatoria que nos ocupa) el dinero de las fotocopias y del envío y, por supuesto, la consiguiente desilusión. 

Crítica en El Cultural.

Primeras páginas del libro.

Bases del Premio.

Entrevista a Elvira Sastre. (Lean la sexta pregunta, y respuesta, contando desde el final)