Mostrando entradas con la etiqueta entrevistas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta entrevistas. Mostrar todas las entradas

lunes, diciembre 18, 2017

Tania Padilla - Cuestionario básico


1.- ¿Por qué escribes?

Supongo que porque no tengo otra elección. Siempre me ha interesado la actividad artística. Mi abuelo era escultor y ya desde pequeña empecé a trabajar con el barro. Luego me pasé al dibujo. Pero era malísima para las artes plásticas. Y por otra parte siempre me gustó leer e imaginar historias. Empecé escribiendo poesía y luego hice algo de teatro, pero desde hace unos años es en la novela donde encuentro mi voz. Me parece el género total. O al menos para mí lo es. Yo escribo para inventar realidades alternativas que me enriquezcan el presente, para profundizar en mi visión de las cosas y así poder conocerme mejor, para revisitar el pasado y saldar cuentas (emocionales) conmigo misma. Y todo eso me lo permite la novela.

2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a la hora de escribir?

Soy poco maniática y escribo de forma no muy disciplinada. Suelo dedicar las mañanas a mi trabajo como investigadora y las tardes a leer y escribir. Empiezo leyendo para entonarme y acabo delante del ordenador, a veces demasiado tarde, cuando ya casi se me ha echado la noche encima. Por eso suelo tardar en escribir novelas. Por eso, y porque luego corrijo mucho. Soy una obsesa de la corrección, de la prosodia de la frase (salvando las distancias, como Flaubert).

3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?

Mis novelas (las que he escrito hasta ahora) hablan sobre la comunicación humana (el poder de la palabra, de las historias, del arte), la mentira y la traición, el paradigma de lo femenino, la invención del amor o el viaje como acontecimiento iniciático (como en La Odisea o en El “Quijote”). 

4.- ¿Algún  principio o consejo que tengas muy presente a la hora de escribir?

El tiempo. Las novelas requieren tiempo, irse haciendo a fuego lento, sin prisa y con mucho cariño. Hay que tener mil ojos y mucha paciencia. Saber hacer. Todo despacio y bien. Y, desde luego, como diría la gran Virginia, para eso hace falta una habitación propia. Esa es la gran conquista, la de las mujeres en particular, pero también la de los escritores en general. La habitación propia es un espacio que también está hecho de tiempo.

5.- ¿Eres de las que se deja llevar por la historia o de las que lo tienen todo planificado desde el principio?

Yo creo que para la novela hay que planificar bien las cosas, porque si no, no hay historia, o al menos no hay una historia bien contada. Y la novela tiene que contar algo. Lo demás es prosa poética, evocación… A mí me gusta planificarlo todo muy bien, pero dejando margen para que los personajes (aunque solo sea de vez en cuando) puedan tomar sus propias decisiones; especialmente en los diálogos, que es donde uno suele perder las riendas del texto, quizá por el efecto hechizante de la polifonía.

6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?

Tengo una buena nómina de referentes literarios, tanto narradores como dramaturgos y poetas. Cito solo a algunos: Cervantes, Góngora, Lope de Vega, Sor Juana Inés de la Cruz, Oscar Wilde, Valle-Inclán, Virginia Woolf, G. K. Chesterton, Jorge Luis Borges, Tom Wolfe, J. D. Salinger, John Irving, Jonathan Franzen, Yasmina Reza, Javier Marías… Y recientemente he descubierto a Andrés Barba. Dos de las novelas más apasionantes que he leído en los últimos años: Las correcciones, de Franzen, y Lo que queda del día, del reciente nobel de literatura Kazuo Ishiguro

7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.


Ahora acaba de publicarse La torre invertida, pero recientemente he acabado una novela corta titulada Tutú que tiene como protagonista a una bailarina. Actualmente estoy inmersa en la escritura de una novela sobre los últimos años de la infancia y el principio de la adolescencia que aborda temas como la reconstrucción del pasado a través del recuerdo, el descubrimiento del amor, las primeras experiencias sexuales o el poder salvífico del arte.  


Tania Padilla (Córdoba, 1985) es licenciada en Filología hispánica y actualmente trabaja como investigadora en las universidades de Córdoba y Burdeos, donde realiza sus estudios de doctorado. En 2004-2005 disfrutó de una beca en la Fundación Antonio Gala para jóvenes creadores. Ha impartido talleres de escritura creativa y ha publicado artículos de investigación, cuentos y poemas en revistas y antologías de ámbito nacional e internacional. Ha publicado las novelas Nosocomio: el diamante negro (2013) y Un secuestro raro (Algaida, 2016), por la que recibió el I Premio Logroño para Jóvenes Escritores. Este año ha ganado el XXII Premio Ateneo Joven de Sevilla por la novela La torre invertida (Algaida, 2017), que acaba de ser publicada. 

jueves, julio 14, 2016

Mariana Sández - Cuestionario básico


1.- ¿Por qué escribes?

Escribo, creo, porque fue una necesidad que apareció intuitivamente de muy chica y creció conmigo sin que me diera cuenta cómo ni por qué. En mi casa mucho no se leía ni había bibliotecas, pero algo me imantó de los libros, los buscaba en el colegio, y ya nunca pude prescindir de ellos. Sé exactamente dónde compré o leí cada libro en mi vida. También por interés propio necesité escribir desde esos primeros años y más tarde estudiar Letras con enorme disfrute.
Leer y escribir me hacen sentir mejor en todo sentido, me irrita menos el mundo durante el rato en que estoy abismada ahí, en ese otro lado, donde de algún modo me equilibro.
También, en este momento estoy leyendo al escritor norteamericano Stephen Dixon y me siento muy identificada al comprobar que el motor de su escritura es desprenderse de los miedos: ponerlos afuera y probar cómo sería si tus fantasías, a veces ridículas o tremendas, se concretaran. Que un chico se caiga de un balcón, que tu pareja te abandone por otro, que salgas volando por la puerta de un avión. En cada relato se plantea muchas veces cómo podrían haber sido las cosas de haber modificado una parte, una fracción, de algún hecho. Analiza las acciones desde todos los “hubieras” posibles. Lo maravilloso es cómo lo transforma Dixon en escritura, es un maestro absoluto del recurso. Me pasa algo muy similar en la vida cotidiana y escribir me ayuda a contrarrestar los efectos de vivir pensando así.

2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a la hora de escribir?

No muchas, sólo cuestiones prácticas. Escribo siempre a la mañana y en la computadora, tomando mate. Me mando mails o mensajes de whatsapp a mí misma para no olvidarme cosas, después nunca los releo. Anoto en distintas libretas: una por cada tema que se me va ocurriendo. Una para los cuentos narrados desde el absurdo, con un tono humorístico. Otra libreta para la novela que tiene un tono más serio. A veces hay cosas que veo en la calle que anoto en las dos, porque en el momento no estoy segura de para qué relato me va a servir. Tengo una tercera libreta para frases de autores o pasajes de libros que quiero recordar. Aunque igual no sé leer sin marcar, anotar y subrayar un libro; si no uso un lápiz, siento que no lo estoy leyendo bien.

3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?

En el libro de cuentos que acabo de publicar, noté –después de haber seleccionado los cuentos y editado– que está presente el tema de la “normalidad” como hilo temático entre todos. Tal vez porque me encuentro a diario preguntándome por cosas simples que dice o hace la gente, yo misma, y que cuando me las planteo en serio, no entiendo, me desconciertan. Costumbres, tics sociales, aspiraciones en las que vivimos inmersos. Cuando tomás distancia de los automatismos que están tan incorporados en nuestra forma un poco mecánica de vivir, te alejás y los mirás realmente, de pronto lo más cotidiano se vuelve extraño. Es como mirar por otra lente, de ahí vuelve deformado o distinto lo que antes era tan habitual. Como si creyera que puede existir otra alternativa, por ejemplo vivir sin un nombre o un mundo sin dinero, ¿cómo sería? Tal vez eso es lo que hace que la literatura me resulte necesaria: es la otra puerta por donde salir a la realidad. No lo hago en plan filosófico ni nada elevado, sólo me ocurre en el día a día ante los hechos más tontos.
En la novela que estoy trabajando ahora el tema es el Tiempo. Como te decía antes: el “hubieras”, los caminos que uno elige o deja fuera, y la sensibilidad de algunas personas para registrar los distintos momentos de una vida. El Tiempo casi como algo tangible.

4.- ¿Algún  principio o consejo que tengas muy presente a la hora de escribir?

Sinceramente no. Pero si tuviera que elegir uno en particular, o dos, diría los que suelen mencionarse como: 1) no pensar en nadie mientras se escribe, ni público ni lector, ni destino de lo que se está escribiendo (por ejemplo en cuanto a publicación); 2) insistir todos los días en lo que escribas; aunque te parezca que no avanza, seguir.

5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo tienen todo planificado desde el principio?

En general me dejo llevar por la historia. Sólo en la escritura soy bastante desorganizada, en el resto de mi vida al contrario, soy disciplinada y esquemática. Pero aprendí a convivir con eso: aprovechar el desorden del que surgen las ideas o las imágenes, por un lado, atraparlas, mezclarlas con otras que ya tenía, dejarlas sedimentar, y también planear un poco mientras voy avanzando. En la novela es imprescindible tener una idea de final, al menos para mí, a pesar de que luego se modifique o vaya variando. Ayuda tener un norte. En los cuentos no lo siento tan así, se parecen más a raptos y quizás por eso los disfruto un poco más, te permiten soltarte con menos preocupación, jugar más libremente.

6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?

Disfruté de los griegos, los rusos, pero sobre todo me gusta muchísimo la literatura clásica europea: la francesa, la inglesa, la española y la italiana. También autores norteamericanos, un poco más contemporáneos. En particular la prosa y el teatro.
Muy especialmente me marcó desde temprano, como lectora, la literatura ligada a lo que podría caber dentro de la llamada corriente del existencialismo y “el absurdo”. Autores muy específicos que, entren o no en esa etiqueta formalmente, comparten para mí (desde mi lectura) determinados códigos: Jarry, Cocteau, Queneau, Perec, Ionesco, Beckett, Valle Inclán, Unamuno, Leopardi, Camus, Moravia, Vila-Matas y ahora Dixon. No podría explicar bien qué hace que en mi experiencia se unan, pero para mí forman familia: lo que les veo en común es que encarnan la literatura en sus propios cuerpos, la llevan puesta, como dice Vila-Matas de los shandys y se ha dicho de Duchamp. Son arte vivo. Y se valen del humor, el grotesco, el sinsentido para plantearlo. En esa misma línea, en cine: Woody Allen, Godard, Rohmer, Eustache, Fellini. Godard me ha vuelto loca. Si tuviera que elegir un actor que encarna ese mismo modelo del “artista artístico”, diría Belmondo, por ejemplo.
En paralelo me encanta que esos escritores y otros son maestros del desfasaje y el entrecruzamiento de los planos entre ficción y realidad, o de la metaliteratura. Ahí están los anteriores pero también Borges, Pirandello, Flaubert, Pessoa, Kafka, Joyce, Pavese, Monterroso, Tabucchi, Cortázar.
Y otros que me atraen por fuera de esos circuitos: Carver, Cheever y Philip Roth en Estados Unidos, Silvina Ocampo y Eduardo Berti de Argentina. Europeos recientes: adoro a John Banville y me interesan Nicoló Ammaniti y Delphine de Vigan.

7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.

El libro de cuentos que acabo de publicar se titula Algunas familias normales, contiene diez relatos que escribí entre 2010 y 2014. Salió en marzo de 2016 por editorial Zona Borde de Argentina, y próximamente se venderá como e-book. En la contratapa han escrito dos de mis escritores favoritos actuales: Enrique Vila-Matas y Eduardo Berti.

En conjunto, trata sobre relaciones que se generan a partir de búsquedas y obsesiones por lograr esa idea absurda pero común de ser "normal" como sinónimo de felicidad. Por eso el último cuento, que se llama como el libro, se funda en la famosa frase de las familias felices de Tolstoi. Tener una familia tipo, dientes blancos, cabello en el lugar indicado, pareja armoniosa, hijos sanos, una bonita foto, éxito profesional. Buscan mostrar ese ridículo: siempre hay un detalle fuera de lugar, una foto mal sacada, cielo que sobra, algo que falta para que lo normal se cumpla. Algunos son bastante disparatados, construidos desde ese registro del sinsentido que comenté antes. También incluí diversas conjunciones de “familia”, en realidad de convivencia: padres e hijos o hermanos, pero hay cuentos donde la relación es entre un periodista y su investigado, o un fan joven y la estrella de cine vieja, un consorcio de edificio, un grupo de trabajo. Me animo a decir que son relatos con síntomas. Muchas veces aparece alguien externo encarnando el síntoma: una pareja de enanos, un músico indigente, un chico con una rara enfermedad, un señor que acumula miles de bolsas de basura en su patio, unas mujeres que muestran su disconformidad en el trabajo fumando en lugar de llorar, consorcistas que se oponen a la convivencia con una vecina, un taxista que decide secuestrar a una pasajera y su hija para armar con ellas una familia ideal. El contraste es que muchos de ellos se sienten bien en su anomalía, a diferencia de los otros que pretenden encajar dentro lo estereotipado. Sigo escribiendo, relatos y novela.


Mariana Sández (1973) es escritora, editora y gestora cultural. Licenciada en Letras, realizó estudios en Literatura Inglesa (Manchester) y la maestría de Teoría Literaria y Literaturas Comparadas, con especialidad en literatura y cine (Barcelona). Ha coordinado y desarrolla diversos programas literarios para instituciones de Buenos Aires como el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo Latinoamericano (Malba), el Festival de Literatura (Filba), la Feria del Libro y Villa Ocampo, entre otras. Participa en proyectos editoriales de artes visuales y colabora como crítica literaria en distintos medios. Publicó el libro de entrevistas y ensayos El cine de Manuel. Un recorrido sobre la obra de Manuel Antín (Capital Intelectual, 2010). Algunos de sus cuentos, reunidos en este libro, obtuvieron premios en Argentina y en España.


*La foto es de Alejandro Guyot