miércoles, febrero 25, 2009

En las ciudades

En breve aparecerá el libro “En las ciudades” (Editorial Notorious - coordinado por Hilario J. Rodríguez), en el que he tenido el privilegio de participar. Es un libro que no pasará desapercibido, me parece a mí. No se puede decir que sea un libro de artículos, ni de cuentos, ni de cine, ni de viajes… pero, a la vez, sí es un libro de artículos, de cuentos, de cine, de viajes… En él aparecen ciudades reales, pero también alguna ciudad imaginaria. La relación de esas ciudades con el cine, cómo son percibidas a raíz de su tratamiento en las películas, examinado desde una mirada literaria. Un libro de lujo, a cargo de una nómina de autores destacados e interesantes entre los que me he colado. Cada uno se encargó de una ciudad. Yo escribí sobre Praga.

Más información en este enlace


La nómina de autores y ciudades es la siguiente:

-LOS ÁNGELES, de Hilario J. Rodríguez.
-BARCELONA, de Care Santos.
-BEDFORD FALLS, de Jordi Cantavella
-BERLÍN, de Julio José Ordovás.
-BUENOS AIRES, de Cristina Grande.
-CHICAGO, de Óscar Esquivias
-HONG KONG, de Pilar Adón.
-JERUSALÉN, de Francesc Miralles.
-LISBOA, de Fernando Sanmartín.
-LONDRES, de José María Conget.
-MADRID, de Lorenzo Silva.
-MÉXICO D. F., de Francisco Solano.
-NANTES, de Manuel Hidalgo.
-NUEVA YORK, de José Luis García Martín.
-PARÍS, de Eduardo Jordá.
-PRAGA, de Miguel Sanfeliu.
-ROMA, de José María Latorre.
-SAN FRANCISCO, de José Luis de Juan.
-TEHERÁN, de Nuria Vidal.
-TOKIO, de Alberto Olmos.
-LAS VEGAS, de Esther García Llovet.
-VENECIA, de Pilar Pedraza.

domingo, febrero 22, 2009

Lugares

Una de las posibilidades de un blog es abrir una ventana a paisajes que forman parte de uno mismo.

Valencia




Madrid



Oviedo



Gijón



Zaragoza



Tenerife

jueves, febrero 12, 2009

El hombre invisible

Recuerdo que ella me dijo que su padre había muerto. Creo recordarlo bien, aunque en aquel momento yo estaba desabrochando los botones de su blusa en el interior de mi coche y es posible que la memoria me esté jugando una mala pasada, pero no lo creo. Lo dijo claramente: muerto desde hacía varios años, de repente, un infarto o algo así; por eso me extrañó tanto verlo sentado en el salón de su casa cuando ella me invitó a subir a conocer a su madre. Un hombre más bien pequeño, calvo, de aspecto desvalido, sentado con las piernas muy juntas en uno de los sillones situados junto a la ventana y que me miraba como si me suplicase algo.
—Creía que tu padre había muerto —dije.
—Y así es —me respondió ella.
Y yo me quedé con una medio sonrisa en la cara, sin acabar de entender qué era lo que ocurría. Volví a mirar al hombre. Seguía allí, observándome con expectación.
—Siéntate, te traeré un café —me dijo Lidia.
Y yo no tuve tiempo de preguntarle quién era aquel hombre. No encontré las palabras apropiadas. La vi desaparecer tragada por la cocina y estuve un rato parado, de pie, pensando qué hacer, hasta que decidí acercarme a él y sentarme a su lado, en el sillón que quedaba libre.
—Hola —le dije.
Tardó un poco en contestar. Primero miró a nuestro alrededor por si había alguien más con nosotros y, al comprobar que estábamos solos, se inclinó un poco hacia delante.
—¿Puede usted verme?
Me sorprendió su pregunta. Se me ocurrió entonces que aquel hombre era en realidad un fantasma, el fantasma del padre muerto de Lidia a quien, vete a saber por qué, yo podía ver. Esta idea me puso nervioso.
—Sí —dije—, puedo verle.
Y pensé en ofrecerme como intérprete, por si quería decirle algo a su familia, o en preguntarle qué tal era la vida en el otro lado, si se encontraba bien, si era feliz, de algún modo, si necesitaba que fuéramos corriendo a una iglesia a rezar por él, no sé.
—Ellas dicen que no existo —me dijo casi en un susurro.
Una bola empezó a hacerse grande en mi garganta y tuve que carraspear.
—¿Cómo dice?
—Que ellas dicen que no existo. Hacen como que no me ven. Me ignoran. Es así desde hace tres años. Aún no sé por qué. Fue cosa de mi mujer. Ella fue la que me condenó a este estado ¿sabe?
Pero la verdad es que yo no sabía de qué me estaba hablando. No entendía nada de lo que decía.
—Fue hace tres años. Tres años llevo viviendo este infierno, joven. Tres años. Demasiado tiempo ¿no cree? —miró un momento por la ventana, como si rememorase algo, y luego volvió a mirarme y siguió hablando—. Todo por una tontería. Muy injusto, créame. Yo siempre he procurado que no les faltara de nada. No fue culpa mía perder el trabajo. ¡Claro que se me agrió el humor! ¿A quién no? A ver, dígame, si a usted le despiden después de veinte años trabajando en la misma empresa, dígame, ¿tiene ganas de estar riendo? Yo estaba que mordía, es cierto. Muy alterado, mucho. Saltaba por cualquier cosa. ¡Ala! El teléfono contra la pared, el plato de comida a tomar por culo, la silla a la mierda. ¡Todos a la mierda! ¡Todos! ¡A la mierda!
Miré hacia la puerta de la cocina, convencido de que Lidia saldría; o su hermana o su madre vendrían a ver qué pasaba, pero no apareció nadie, como si aquel hombre no estuviera gritando a pleno pulmón como un loco.
—Cálmese, por favor —dije.
—No se asuste, joven. Gritar es lo único que me queda. Y nunca me sirve de nada. ¿Ve como nadie me hace caso? De no ser por usted yo ya empezaba a pensar que era invisible. Lo han conseguido. Esta situación es horrible. Ella reunió a las niñas, delante de mí. Yo estaba aquí sentado, aquí mismo, como ahora. Y ella y las niñas sentadas alrededor de la mesa esta de aquí —señaló la mesa que estaba en el centro del salón, una mesa marrón oscuro, de madera—. Les dijo: niñas, vuestro padre ha muerto, se ha ido, ya no vive con nosotras. Y yo aquí. No se lo pierda. ¡Yo aquí mismo! Y ella diciendo que ya no estoy, que no existo. Yo pienso: ¿pero qué coño dice esta tía loca? Me levanto y le pregunto qué está diciendo a las niñas. Y ninguna me mira. Les grito. ¿Qué pasa aquí? Y ni caso, como si de verdad no me oyeran. Ni me miraban. Vamos, que ni me han vuelto a mirar ni a hablar desde ese día. No me ponen plato en la mesa, ni silla; como en la cocina, solo, las sobras que encuentro por ahí. ¿Se puede creer lo que le estoy contando?
—Pues, la verdad…
—Claro. No me extraña. ¿Quién puede creerse algo así? Si es que es de locos, es de locos. Yo hablo, me muevo por la casa, y nada, ni me miran. A veces me rebelo ¿sabe? Un día, al principio, me encerré en el cuarto de baño y estuve allí tres días, sin comer ni nada, para ver si me pedían que saliera, pero nada. No me dijeron nada. Las oía decir que el baño estaba estropeado y no sé cómo se las apañaron, pero ninguna habló conmigo. Al final salí de allí, claro. Tenía hambre. Luego he intentado varias cosas. Bah, tonterías. Ni se inmutan. Las empujo cuando nos cruzamos por el pasillo y siempre dicen que han tropezado con algo y pasan de mí. O les apago el televisor y ellas dicen que se ha estropeado y se van a otro cuarto. No sirve de nada. Esto es inaguantable. No es vida, se lo digo yo. Soy un muerto en vida. Un muerto en vida… Y sí, podría marcharme, claro que podría, pero no sé adónde ir ¿se lo puede creer? A veces bajaba a la calle y charlaba con algún tendero, para asegurarme de que todavía estaba aquí, para comprobar que había gente que podía verme. Pero ya no salgo. Quizá me he acostumbrado a ser invisible. No sé. Además, ella fue diciendo por ahí que dejaran de verme, que me ignoraran, y sé que algunos le hacían caso. Cada vez tenía que ir más lejos para encontrar a alguien que admitiese mi presencia.
El hombre empezó a sollozar y yo fui incapaz de animarlo. Nunca me había encontrado con una situación así. No sabía qué podía aconsejarle. Pensé en ponerle una mano en el hombro, pero entonces apareció Lidia con dos tazas de café, una para ella y otra para mí. Se sentó a mi lado, en una silla, y me sonrió.
—¿Qué tal estás? —me dijo.
—Bien, es sólo que no entiendo la situación de tu padre…
Ella se puso tensa.
—¿Qué quieres entender? Ya te dije que murió. No hay nada que entender.
—¿Y quién es este hombre, entonces? —dije señalando al sillón en el que estaba sentado.
—¿Qué hombre? ¡Por el amor de Dios! ¿Qué te pasa?
—Este hombre que está aquí sentado.
—¡Ahí no hay nadie! ¿Qué pretendes? Me estás asustando. Mi padre murió, ya te lo dije.
El hombre entonces empezó a decir que no estaba muerto, como una letanía, para molestar nuestra conversación.
—No estoy muerto, no estoy muerto, no estoy muerto…
Pero ella parecía no oírle. Cuando miraba hacia el sillón como yo le pedía, parecía no verle. Todo era muy extraño. Llamó a su madre, y a su hermana, para que me confirmaran que el hombre estaba muerto. Y ellas me lo confirmaron, claro. Una tragedia, dijeron. Murió de repente. No pudo superar su despido. Nunca hablaban de ello porque son recuerdos dolorosos.
—No estoy muerto, no estoy muerto, no estoy muerto…
Me contaron que estaba irascible, que la vida con él se volvió insoportable, pero no le guardaban rencor. Un día salió y ya no volvió, contó la madre. Murió en la calle, ésa era la versión oficial. Fue terrible, me dijeron.
Y el hombre seguía con su letanía.
—No estoy muerto, no estoy muerto, no estoy muerto…
Pero nadie le hizo caso. Tomamos el café tranquilamente y luego me marché.
La siguiente vez que visité la casa de Lidia, el hombre seguía allí, sentado en el mismo sillón, y su rostro se iluminó al verme, sin duda ilusionado ante la perspectiva de charlar con alguien. Pero hice como que no le veía. Me saludó y fingí no escucharle. Entonces agachó la cabeza y empezó a balancearse ligeramente, adelante y atrás, diciendo: «Me llamo Ricardo Sepúlveda Gutiérrez y no estoy muerto». Una y otra vez, como si rezara.
Lo ignoré por completo. A fin de cuentas, Lidia era una muchacha que me gustaba bastante.

Nota: Hace poco se publicó un artículo de Juan José Millás que se titulaba “Yo tampoco existo”. Hablaba sobre una campaña publicitaria que negaba la existencia de Dios. Se exhibía en autobuses de Cataluña. También en Inglaterra: “There is no god”. El artículo lo escribía inspirado por una fotografía en la que se veía a una muchacha luciendo una camiseta con este lema. En un momento dado, decía: Digo si usted fuera Dios, pero aunque usted fuera Ricardo Sepúlveda Gutiérrez, por elegir al azar un nombre de la Guía Telefónica, firmaría a gusto una campaña cuyo lema fuera “Ricardo Sepúlveda Gutiérrez no existe”. Ésa frase fue el detonante de este relato.

jueves, febrero 05, 2009

Cuatro veces fuego


Tropo es una editorial zaragozana que está haciendo una encomiable labor. Edita muy bien y está dando a conocer autores nuevos e interesantes. Uno de los últimos libros de esta editorial que he leído es “Cuatro veces fuego”, de Lara Moreno. Se trata de un libro de relatos, un libro muy especial en el que el lenguaje es el verdadero protagonista. Relatos que parecen largos poemas en prosa, que nos sumergen en un mundo que no es sino una metáfora de éste. Lara Moreno es también autora del libro de poesía “La herida costumbre” y ha seleccionado los poemas que componen “Aquí y ahora”.

En “Cuatro veces fuego” la autora avanza, entre sueños y fantasías, por un mundo un tanto surrealista y etéreo. Sus personajes se mueven despacio, se rozan, se miran, mantienen diálogos enigmáticos y se marchan dejándonos un tanto desamparados, deseando que nos cuenten más, con la evidencia de haber tocado la esencia del relato, incapaces de ver lo que hay detrás pero conscientes de la sensación que esa historia nos causa. Del mismo modo en que un poema consigue llegar a nuestro corazón sin que el intelecto pueda interceptarlo, estos relatos se nos cuelan por dentro y nos emocionan. Su universo encierra ecos del mundo desquiciado de Alejandra Pizarnik, de la elegancia estilística de Ángela Carter. Se trata de un libro que requiere un esfuerzo por parte del lector, y su complicidad para dejarse sumergir en esas historias de personajes desamparados, rotos. Cuentos en los que los personajes actúan de un modo ajeno a lo convencional, en los que se describen recorridos imposibles, sin principio ni fin la mayoría de las veces, momentos suspensos en un mundo que no es éste, aunque se le parezca bastante, un reflejo que nos envuelve y nos explica, con imágenes sorprendentes, lo que no somos capaces de ver.
En las narraciones de Lara Moreno tiene gran importancia la descripción de todo lo que los sentidos perciben del mundo que nos rodea, el modo en que nos hacemos una idea de cómo es nuestro entorno: el tacto, los sabores, los olores, la luz, los objetos… Esta fisicidad confronta con el estado emocional de los personajes, lo tangible y lo intangible, historias que podemos palpar y oler, salpicadas de humor y erotismo, los sentidos y los sentimientos. Nos encontramos en un mundo que queremos hacer nuestro, aprehenderlo, pero que siempre parece escurrirse. El cuerpo es nuestro límite.
Imágenes poderosas, perturbadoras a veces, como la de ese hombre metido en una caja, en una casa vacía (“La danza”); o la muchacha que salta por la ventana y recorre las calles de un pueblo en fiesta, con una manta en la cabeza y unos zapatos demasiado grandes(“Carnaval”); o esa mujer que enciende un cigarro en la calle, apoyada en un muro y con la falda bajada (“Durante horas”); la mujer que baja las escaleras con una sábana atada al cuello como una capa blanca de ser volador (“Paraíso y caos”); el hombre que viaja en tren con la boca llena de agua de mar (“Maneras de estar sediento”); el hombre que ata a su mujer a una silla para explicarle que se siente acabado (“Un hombre sentado a la mesa”)… Personajes de los que queremos saber más; escapan a nuestra comprensión y, sin embargo, nos dejamos seducir por ellos.
Un libro misterioso que nos engulle irremediablemente. Una autora a la que hay que seguir la pista.

viernes, enero 30, 2009

El horror

Dice Antonio Muñoz Molina en el prólogo a la excelente novela "Tanguy", de Michel del Castillo:
Quien inventa el horror quiere magnificarlo para lograr un efecto del que no está seguro: quien lo ha vivido intuye que basta su simple enunciación para transmitir toda su naturaleza monstruosa, y tal vez siente también el pudor de no exhibir demasiado abiertamente sus heridas, y la necesidad de contener o domar todo el espanto de la memoria en una forma objetiva, casi impasible.

Pienso en el caso del llamado monstruo de Amstetten, un hombre llamado Josef Fritzl que mantuvo a su hija secuestrada en un zulo, construido bajo su propia casa, durante veinticuatro años, violándola sistemáticamente y llegando a tener con ella siete hijos, uno de los cuales falleció al poco de nacer. Los periodistas intentaron mostrar todo lo posible: las fotos del zulo, imágenes de la hija, del padre en prisión, de los hijos-nietos que habían crecido ajenos al drama que se vivía bajo sus pies… Y todo el mundo esperaba más: la presencia de alguno de esos hijos que habían crecido sin ver la luz del sol, o la entrevista en exclusiva de turno.
Parece que algo no se termina de demostrar si no se muestra completamente, y mejor si se puede exhibir con toda crudeza, de esa que obliga a advertir que “se puede herir la sensibilidad del espectador”. No hay mejor reclamo para que el espectador se quede clavado en la silla, dispuesto a comprobar si su sensibilidad resulta maltrecha por lo que va a ver.

No parece ser ésta la mejor forma de transmitir el horror. Alfonso Basallo, en su libro de cine “2001: La Odisea del Cine” dice que una simple insinuación, apenas apuntada, puede ser mucho más atractiva que una explicación (…) El poder de evocación de un gesto, de una mirada, de un paisaje, incluso de un objeto inanimado puede superar a mil imágenes. Ahí reside la superioridad del cine clásico sobre el comercial. El exceso de crudeza puede terminar por banalizar el hecho que se quiere contar.
La simple enunciación del número de años que había durado el encierro, volviendo al caso de Amstetten, ya cortaba la respiración. Pensar en las visitas del padre, en su violencia, en las violaciones… ya era demasiado. Y pese a todo, algunas de las fotos que más horror produjeron fueron las de ese tipo en bañador, en Tailandia, de vacaciones mientras sabíamos que su hija permanecía encerrada.

Jorge Semprún, en su libro “La escritura o la vida”, nos narra su experiencia en un campo de concentración alemán. Comienza hablando del día de la liberación y en lugar de intentar describirnos cuál era su aspecto en ese momento, opta por contar el efecto que tiene sobre la mirada de tres soldados que se fijan en él. Así comienza el libro: Están delante de mí, abriendo los ojos enormemente, y yo me veo de golpe en esa mirada de espanto: en su pavor. Muestra su preocupación por llegar a transmitir el horror de lo vivido: una duda me asalta sobre la posibilidad de contar. No porque la experiencia vivida sea indecible. Ha sido invivible, algo del todo diferente, como se comprende sin dificultad. Algo que no atañe a la forma de un relato posible, sino a su sustancia. No a su articulación, sino a su densidad. Sólo alcanzarán esta sustancia, esta densidad transparente, aquellos que sepan convertir su testimonio en un objeto artístico, en un espacio de creación. O de recreación. Únicamente el artificio de un relato dominado conseguirá transmitir parcialmente la verdad del testimonio.

miércoles, enero 28, 2009

Murió John Updike


Murió John Updike. Tenía 76 años. Murió a causa de un cáncer de pulmón. Eterno candidato al Nobel se marchó sin que se lo dieran, aunque lo merecía. Sí ganó el Pulitzer en dos ocasiones: 1982 y 1991; también el National Book Award; y otros importantes premios. Clásico indiscutible de las letras norteamericanas, autor de una extensa obra que incluye títulos como “Corre, Conejo”, “Parejas”, “Lo que queda por vivir”, “Un mes de domingos”, “El centauro”, “La versión de Roger”, “Brasil”, “La belleza de los lirios”, “El libro de Bech”, etc. Su última novela aparecida en España se titula “Terrorista”, pero al parecer estaba a punto de publicarse en EE.UU. un nuevo libro: “Las viudas de Eastwick”, continuación de “Las brujas de Eastwick”. Se le considera el cronista por excelencia de la clase media estadounidense y se le emparienta con John Cheever, con Sinclair Lewis, con Carson McCullers… El erotismo, la religión y la insatisfacción, tienen gran importancia en sus obras. También su faceta de crítico literario era muy apreciada.
La foto es de Robert Spencer para el New York Times, 2006, encontrada en la página Boston.com.

sábado, enero 24, 2009

Mostrar

El autor no debe nunca explicar cómo se sienten sus personajes. Este me parece un principio fundamental. Y una lucha constante. A veces uno se inclina a explicar las cosas demasiado. Y esto puede hacer zozobrar un texto.
Dice Medardo Fraile: “Ni una sola concesión al estilo para exhibir, fuera del tema, ingenio, humor o cualquier otro hallazgo inoportuno, poniéndose el autor en primer plano y asomando la oreja vanidosamente”.

El autor no debe inmiscuirse en la acción, hay que intentar que sean los personajes los que, a través de su comportamiento, indiquen lo que sienten o piensan.
No es suficiente con decir que Fulano estaba aterrado. El lector tiene que verlo correr, gritar, cómo le cae algo de las manos, como intenta colocarse cerca del cuchillo de la cocina, cómo sube los cristales del coche y baja los seguros…
No basta con decir que Mengano estaba triste. Hay que verlo hundido en su sillón, pasando los canales de la televisión sin ver ninguno, o asomado a una ventana, o parado dentro de su coche, o dando vueltas por el barrio hasta que se da cuenta de que se ha perdido.
Y algunas cosas sólo deben intuirse, como el dolor de una despedida:

Edna me rodeó con sus brazos y acercó sus labios a los míos. Percibí el perfume de su pelo, la suavidad de su piel. La abracé con fuerza. Luego ella se soltó, me miró a los ojos y dio media vuelta. Sabía que no nos volveríamos a ver. La vi alejarse calle abajo. Estuve allí parado, en medio de la acera, hasta que desapareció de mi vista.

En este párrafo, creo que aún se dan demasiadas explicaciones. Para que funcione, debería eliminarse también la frase “Sabía que no nos volveríamos a ver”. ¿O tal vez no?

domingo, enero 18, 2009

Trayecto literario

Hay veces, muchas veces, que los libros parecen salir a nuestro encuentro. No somos nosotros quienes los buscan, sino ellos quienes nos acorralan. Esto ocurre de un modo casi imperceptible, como consecuencia de la conjunción de diversas circunstancias, detalles que se confabulan de forma sorprendente en muchos casos.

A finales de Noviembre asistí al acto de presentación de la colección Vagamundos, de la editorial Traspiés, en la librería madrileña “El bandido doblemente armado”. Allí saludé a diferentes personas, entre ellas, alguien llamado Agustín que, cuando se marchó, me aclararon que se trataba de Agustín Cerezales. La noticia me dejó noqueado. No lo había reconocido. Agustín Cerezales, el hijo de Carmen Laforet, la ganadora, en 1944, de la primera convocatoria del Premio Nadal con su novela “Nada”. Agustín Cerezales es autor de varios libros, entre ellos un muy recomendable libro de relatos titulado “Perros verdes”, reeditado hace unos años por Menoscuarto. Un libro que no tenía y en cuya búsqueda me lancé sin remedio.
Lo encontré algún tiempo después, en Madrid. Y después de esto, marché a Asturias, a Oviedo, donde pasé las Navidades.

En Oviedo, mi cuñado me habló de una librería de viejo. Y allí fui, a echar un vistazo, a curiosear entre libros amontonados y en aparente desorden. Anduve un rato husmeando, maldiciendo no haber llevado las gafas, que al parecer se han convertido en imprescindibles por mucho que me empeñe en negarlo.
El caso es que un volumen llamó mi atención. Editorial Destino. “De oca a oca”, de Cristina Cerezales. Me sonaba el libro, pero lo tenía olvidado. Creo que es la única novela que había editado Cristina Cerezales.

La coincidencia me sorprendió. El apellido Cerezales parecía saltar frente a mí. Pero no compré esa novela. Tengo demasiadas lecturas pendientes y debo controlar un poco la compra de libros, así que me fui dándole vueltas al asunto.
Al llegar a casa, abrí el periódico, fui a la sección de Cultura y leí el siguiente titular: Los enigmas de Carmen Laforet, vistos por su hija. Cristina Cerezales ha escrito un libro sobre su madre titulado “Música blanca”.
Así que la colección “Vagamundos” me llevó hasta el libro “Música blanca”, que será el próximo libro que compraré.

viernes, enero 09, 2009

Vía Revolucionaria


Ahora que está a punto de estrenarse la película protagonizada por Kate Winslet, cada vez más espléndida, y Leonardo DiCaprio, a quien no acabo de imaginar en este papel, dirigidos por Sam Mendes, tal vez sea un buen momento para acercarse al magnífico libro en que se basa: un indiscutible clásico de las letras norteamericanas.


Recuerdo que una de las cosas que pensaba conforme iba leyendo “Vía revolucionaria”, de Richard Yates, era que así es como me gustaría escribir a mí. Primera sensación, por tanto: una envidia sana que me mantenía alerta ante los recursos que el autor iba desplegando página tras página. Su manejo del tiempo, la agilidad con que nos desplazamos a un recuerdo concreto del pasado y volvemos a la acción, y unos capítulos más adelante ese recuerdo se nos vuelve a hacer palpable por el simple hecho de intercalar un trozo de diálogo, entre paréntesis, fuera de lugar, tan sólo para hacernos recordar algún detalle. Magistral. Y el modo en que la voz del personaje se inmiscuye en la descripción, haciéndose más palpable, como en el siguiente ejemplo: «Sí, por supuesto, la gente cambia, se decía a veces; imagino que lo que pasa es que me vuelvo vieja».
Todo esto hace que la acción fluya con una naturalidad excepcional. Yates conduce la historia con mano firme, señalando aquellos detalles que son relevantes, dirigiendo con precisión nuestra mirada y presentando los hechos detallada e inexorablemente. Asistimos impotentes al deambular de los personajes, a su desorientación, a su desesperación en suma.
El libro nos cuenta la historia del matrimonio formado por Frank y April Wheeler, que se encuentran en ese momento de la vida en que uno empieza a asumir sus propios fracasos, y se esfuerza por aceptar el lugar que le ha tocado ocupar en la sociedad. Una sociedad en la que la búsqueda de seguridad y bienestar conlleva cierta alienación y conformismo, lo cual queda subrayado por el hecho de que Frank trabaje en el mismo lugar en que lo hizo su padre, por una ironía del destino, ya que no era eso lo que él deseaba. Sin embargo, parece aceptar las cosas con resignación y su rebeldía le empuja a buscar consuelo en brazos de una joven secretaria. April, por su parte, se opone frontalmente a aceptar que los sueños han terminado, que se han convertido en una familia de clase media dispuesta a aceptar la mediocridad con tal de mantener una casa con jardín, se revuelve y se le ocurre una solución: se trasladarán, con sus dos hijos pequeños, a París. Allí, ella trabajará mientras Frank intentará encontrar su verdadero destino. Tanto April como Frank tienen un concepto de sí mismos que les sitúa por encima de sus amigos y vecinos. Desde este planteamiento, Yates nos recordará que no siempre es posible escapar, que perseguir un sueño puede terminar convirtiéndose en pesadilla, que no hay lugar para las grandes gestas en ese mundo manufacturado y edulcorado que envuelve la muerte de las ilusiones. Nos introduce en el hogar de los Wheeler y luego revisa los rincones, levanta los muebles y nos muestra la mugre, con una actitud de pesadumbre, de tristeza.
Yates adopta una actitud como escritor que le emparenta con gente como John Cheever, Tobías Wolff, Lorrie Moore o John Updike, todos ellos capaces de encontrar sus grandes temas en la aparente banalidad de las vidas corrientes.

“Vía revolucionaria” acaba de ser editada por Alfaguara, que también tiene prevista la edición de otra novela de Yates titulada “Las hermanas Grimes”. Espero que no se detengan ahí y podamos disponer también de los relatos de este autor, de los que existe una edición inencontrable en Emecé-Argentina con el título “Once tipos de soledad”.

domingo, enero 04, 2009

Adiós 2008

Despedimos 2008.
El año en que comenzó una de las más duras crisis económicas de la historia.
El año en que un personaje como Rodolfo Chikilicuatre representó a España en el Festival de Eurovisión.
El año que Javier Bardem ganó un Oscar.
El año que se celebraron las Olimpiadas en China, pese a que la Antorcha Olímpica tuvo uno de los recorridos más accidentados que se recuerdan.

El año en que se produjo uno de los accidentes aéreos más graves de la historia de nuestro país.
El año en que se descubrió uno de los casos más espeluznantes que jamás haya llevado a cabo un ser humano: el del conocido como “monstruo de Amstetten”.
El año en que fue detenido Radovan Karadzik, disfrazado de médico naturista.
El año en que fue liberada Ingrid Betancourt.
El año en que ganó las elecciones de EE.UU. Barak Obama.
El año en que J. M. G. Le Clézio ganó el Premio Nobel de Literatura y Juan Marsé el Cervantes, y Margaret Atwood el Príncipe de Asturias.
Un año en que siguieron las muertes de mujeres a manos de hombres que se sentían sus dueños, lapidaciones salvajes, ablaciones, atentados sangrientos, ahogados intentando huir de la miseria en pateras, guerras, muertos en accidentes de tráfico… tragedias inacabables como cualquier otro año, desgraciadamente.

Y el año en que nos dejaron muchos nombres importantes, como Bobby Fisher, Leopoldo Calvo Sotelo, Roy Schneider, Heath Ledger, Anthony Minghella, Sydney Pollack, Isaac Hayes, Bo Diddley, Paul Newman, Forrest J. Ackerman, Betty Page...

Y también un año que ha supuesto relevantes pérdidas en el mundo literario: como Michael Crichton, David Foster Wallace, Hugo Claus, Ángel González, Pepín Bello, Rafael Azcona, Leopoldo Alas, Harold Pinter, Aleksander Solzhenitsyn, Arthur C. Clarke, Isaac Montero, Paco Ignacio Taibo, José Luís Giménez-Frontín, Francisco Casavella…

Esperemos, pese a quienes auguran lo contrario, que 2009 sea un año con un balance más positivo.


jueves, diciembre 25, 2008

Feliz Navidad

Es este un post con aire navideño, así que os dejo unos videos:

1. Donde queda claro que las Navidades sacan lo mejor de cada uno:




2. Una de esas tonterías que circulan por internet y que nos regalan una sonrisa:




3. Un recuerdo al gran Groucho Marx que encontré buscando por youtube y que me apetece brindar aquí:



4. Y un poco de música:



Con mis mejores deseos…
El siguiente post será ya en 2009, así que también os deseo un Feliz Año Nuevo.

domingo, diciembre 21, 2008

Sobre blogs

Supongo que lo hace para llamar la atención, claro. O quizá por puro snobismo, que también podría ser. El caso es que el “Joven Autor”, que ya no es tan joven, resulta que escribe con su vieja máquina de escribir y le cuesta encontrar recambios. Pero se niega a pasarse al ordenador, no le gusta, vaya, porque él no entiende que un ordenador funciona sin necesidad de estar conectado a internet, así que en cuanto tiene la oportunidad (“se ve obligado”, dice él), pues aprovecha para navegar por internet. Hace unos días lo volvió a hacer, aunque él sigue afirmando que ha sido la primera vez en su vida, o casi (cómo me gusta esta puntualización).
¿Y qué le pareció? ¿Cómo le resultó la experiencia? Imagínense. Fatal. Le asombró que en la red existen datos “sobre todo lo habido y por haber, aunque demasiados no sean de fiar o estén equivocados”. Yo supongo que lo que hace el Autor es poner su nombre en un buscador y buscar los fallos. Y con esta prueba contundente, pues se hace una idea en cuestión de minutos de todo lo que ocurre en todo el ingente universo de internet, así de fácil, caray, que la gente se complica la vida con unas cosas…
Pero no obstante, lo que más le ha desagradado de todo han sido los blogs y los foros. No es la primera vez que arremete contra los blogs el Autor, pese a que no había navegado hasta ahora, al parecer. No entiende “que tantos escritores tengan un blog propio y le dediquen, por fuerza, numerosas horas de su tiempo”. Lo compara a estar sentado en un bar hablando de lo que sea, expuesto a que cualquiera coja una silla y te suelte a su vez “su rollo o—con demasiada frecuencia— sus imprecaciones”. Vamos, que no tiene nada que ver con escribir artículos en la prensa que, semana tras semana, provocan reacciones y cartas de lectores que muestran su acuerdo o desacuerdo con ellos, nada que ver.
Pero lo más preocupante son sus conclusiones. Dónde se habrá metido este pobre hombre para concluir que “hay en este mundo, o eso parece, una desproporcionada cantidad de odiadores, o llámenlos negativistas, resentidos, amargados, venados”. Jesús, qué mal lo ha pasado. Esto, constata este improvisado investigador cibernético, no ocurre tanto en los blogs en inglés, que seguramente también recorrió al completo en ese rato que estuvo él probando a ver qué era eso de la red. “En los españoles, en cambio, veo una sobreabundancia de rabiosos y cabreados, de individuos a los que todo parece una mierda, o que dedican horas y horas a estudiar la obra de un autor, por ejemplo, con el solo ánimo de ponerla a caldo, en vez de abstenerse —como sería lo lógico— de seguirla leyendo”. Sobrecogedor del todo.
Dice muy poco en favor del Autor denostar un medio que no entiende o que no quiere entender (o eso dice). Nadie le obliga, así que lo mejor que puede hacer es dejar de sacar conclusiones ofensivas y erróneas porque, de momento, el que ha demostrado ser un furibundo resentido es él, que ha insultado a propios y extraños de forma gratuita e injusta, en lugar de aplicarse lo que él mismo propone, esto es, abstenerse de seguir leyendo.
No es preciso insistir en que existen una gran cantidad de blogs en los que no se insulta a nadie y en los que se habla de distintos temas con la mayor honestidad posible y, sobre todo, con el máximo respeto. También hay sitios en los que la gente insulta amparada en el anonimato, no se puede negar esto, pero toda generalización es mala, y eso debería saberlo el Autor, cuyo nombre evito porque no tengo ningún interés en que la próxima vez que se meta en internet y se busque, llegue hasta aquí.
Por cierto, esta semana, escribe sobre fútbol, otra de sus pasiones.

Enlace al artículo sobre los blogs

sábado, diciembre 13, 2008

Naturalez infiel

Este ha sido uno de los libros revelación del año, una de las novelas más interesantes que se han publicado en los últimos meses y nos da la oportunidad de conocer a una escritora que crea adicción. Tan sólo dos libros de relatos, “La novia parapente” y “Dirección noche”, daban cuenta de su capacidad para contarnos historias que diseccionan el mundo con una mirada distante y, por eso mismo, tremendamente eficaz para crear un sentimiento de inquietud en el lector, un desasosiego que se clava en el pecho. En sus libros nada sobra, ya han sido despojados de todo lo accesorio, así que no hallaremos florituras, detalles innecesarios, nada más que los hechos escuetos, en su puro esqueleto, aunque filtrados por la mirada incisiva y curiosa, no exenta de humor e ironía, de Cristina Grande.

“Naturaleza infiel”, aunque novela, se asemeja a un libro de relatos. Relatos que están interrelacionados, que van completando una historia, que se ordenan sin respetar la linealidad temporal, más bien sujetos a las leyes de la memoria, al orden desordenado que nos lleva de un recuerdo a otro y, todos juntos, van formando la imagen familiar, la historia de dos hermanas gemelas que viven su adolescencia, sus problemas, sus amores, allá por los años ochenta. La voz narradora es de Renata, una de las hermanas, que va desgranando la historia de la familia sin concesiones, manteniendo un mismo tono ante las alegrías y ante las tragedias, sin caer en dramatismos pese a la dureza de algunas situaciones.
Cristina Grande tiene un excelente ojo para los detalles y es capaz de describirnos a un personaje de un modo indirecto, hablándonos de algo que le perteneció, de un objeto que de pronto se humaniza, como en el siguiente párrafo:

Empotrado en una pared del pasillo, junto al armario despensa —aún lleno de latas de conserva y botellas de vino— estaba el armario de los zapatos, todo negro por dentro. El estante más alto era el de mi padre. Sus pares seguían allí bien aparcados, con el morro hacia dentro. En todos ellos el tacón del zapato izquierdo estaba mucho más desgastado que el del derecho. Él decía que tenía la pierna izquierda más larga que la derecha. La verdad es que era fácil reconocer sus pisadas porque, siendo una más débil que la otra, se asemejaban al sonido cardiaco de sístole y diástole. Era como si caminara con el corazón.

Nos narra una historia cercana, nos introduce en el núcleo familiar, en sus problemas, sus ilusiones, sus derrotas y pequeñas victorias, sus dramas, sus secretos, y así, paso a paso, nos habla también de una época, de un momento convulso en el que todo empezó a cambiar.
Cada capítulo puede ser un recuerdo o una reflexión, puede durar un instante o recorrer varios años, con una maestría estilística indiscutible. Un personaje, un suceso, un objeto… son los hilos conductores de los breves capítulos que van tejiendo la historia total, sin eludir asuntos como la muerte, el sexo, las drogas o las pequeñas miserias que toda familia intenta ocultar. Y el entorno social está ahí, en los detalles cotidianos y en las vivencias personales, como un ruido de fondo que nos llega lejano y dibuja el entorno en el que se mueven los personajes.
Libro que se lee con ansiedad y que nos muestra una de las voces narrativas más hipnóticas que podemos encontrar en las librerías. Un libro que al abrirlo y hojearlo te atrapa entre sus páginas.


sábado, diciembre 06, 2008

Un grito en la noche

La filmografía de Marc Forster resulta muy interesante: “Más extraño que la ficción”, “Descubriendo Nunca Jamás”, “Monster’s ball”, “Cometas en el cielo” o la última entrega de James Bond, “Quantum of solace”; también “Tránsito”, que me pareció fallida, y un título que encontré por casualidad en dvd: “Un grito en la noche”. Y es de ésta última de la que quiero hablar. Ya sé que debería detenerme en la entrega número 22 de James Bond, pero lo dejaremos para otro día, pues no quiero dejar pasar la oportunidad de recomendar “Un grito en la noche”, uno de los primeros títulos de Forster, rodada en el año 2000 y merecedora del gran premio del jurado en el festival de Sundance de ese mismo año.

La cinta está protagonizada por una espléndida Rhoda Mitchell y nos narra una historia aparentemente corriente que se va volviendo asfixiante, llegando a cotas propias del cine de terror, pese a que no hay elementos fantásticos aquí. La comparación la hago únicamente por el cambio de actitud que sufren las personas del entorno, amigos y vecinos que parecen transformarse de un modo extraño y repentino, como si nos hubiésemos sumergido en una pesadilla de la que no podemos despertar.
La película está filmada con una técnica que la acerca al vídeo casero, con encuadres supuestamente improvisados, movimientos de cámara bruscos y, poco a poco, gracias al predominio de las sombras, al encuadre de los planos y, sobre todo, a una música inquietante, las imágenes van adquiriendo un tono amenazador.

La historia se centra en un grupo de amigas que se encuentran unidas por la emoción que sienten ante el próximo nacimiento del primer hijo. Todo son consejos y risas, hasta que una de ellas pierde al bebé al día siguiente del parto, de un modo tanto más trágico cuanto que resulta del todo imprevisible. Este hecho, lejos de acarrearle el cariño y la comprensión de su entorno, lo que le produce es aislamiento. Sus amigas parecen evitarla, todas quieren mantenerla al margen de los felices momentos que viven.
La sociedad, inflexible y eficaz, va aislando al elemento distorsionante, de un modo sutil, falsamente amable, que puede transformarse en abiertamente hostil si las circunstancias lo requieren.

domingo, noviembre 30, 2008

Algunas notas

Las cosas se mueven deprisa en el mundo literario. Se observa gran actividad y, últimamente, se han producido diversos acontecimientos que merece la pena repasar.

En estas fechas tiene lugar la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), una de las más importantes de cuantas se celebran en el mundo. En esta ocasión se va a homenajear la figura del escritor Carlos Fuentes. De momento, ha arrancado concediendo el Premio FIL de Literatura 2008, dotado con 150.000 dólares y que otorga la Asociación Civil del Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, a Antonio Lobo Antunes.

El Premio Nacional de las Letras, dotado con 40.000 euros, ha sido para el escritor Juan Goytisolo quien, según el artículo aparecido en ABC, declaró: “Es una noticia, ni buena ni mala, sólo una noticia. A mi edad, ningún premio hace ilusión. Me lo han dado y punto. Igual me sentiría si hubiese sido el premio Cervantes. No soy grosero, ni tampoco quiero ser descortés, pero no me produce ninguna emoción recibir un premio. Acabo de llegar de México, y lo que realmente me apetecía en estos momentos era dormir un par de horas y darme un buen baño”. Juan Goytisolo es autor de una extensa obra entre la que se encuentran “Señas de identidad”, “Duelo en el paraíso”, “Makbara” o “Paisajes después de la batalla”, entre otros.

El Premio Cervantes, dotado con 125.000 euros, ha sido este año para el escritor Juan Marsé, lo cual ha caído muy bien al mundo literario en general, ya que Marsé es, sin discusión, uno de los autores más importantes de nuestras letras. Se mantiene la alternancia entre un autor hispanoamericano y uno español, ya que el año pasado lo obtuvo Juan Gelman. Entre los candidatos de este año figuraban Nicanor Parra, Bryce Echenique, Mario Benedetti, Ana María Matute, Caballero Bonald, Francisco Nieva y Javier Marías, entre otros. En esta edición se ha cambiado la composición del jurado, dándosele mayor relevancia a gente de las letras en detrimento de aquellos relacionados con instituciones públicas. Juan Marsé, autor de títulos ya clásicos como “Últimas tardes con Teresa”, “Encerrados con un solo juguete”, “Si te dicen que caí”, “Ronda del Guinardó”, “El embrujo de Shanghai” o “Rabos de lagartija”, se mostró ilusionado por el galardón, aunque puntualizó que la literatura no tiene nada que ver con los premios.

No deja de resultar curioso que Juan Marsé y Juan Goytisolo sean los dos únicos escritores españoles que hayan recibido el Premio FIL de Literatura, según compruebo en la lista que aparece en la página de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Otros premios que se han concedido recientemente son los siguientes:

El premio Herralde de novela 2008 recayó en su última edición en el mexicano Daniel Sada, por su obra “Casi nunca”. Y el finalista fue Iván Thays con “Un lugar llamado Oreja de Perro”. Thays es el autor de uno de los mejores blogs literarios de la red: “Moleskine”. Ayer fui a comprar su libro. No lo encontraba, pregunté por él y un dependiente fue a la sección de narrativa extranjera y me entregó uno de los tres ejemplares que allí había. Le hice notar que el autor era peruano y que debería estar en la sección de narrativa española y latinoamericana. Dijo que alguien se habría equivocado y se marchó sin cambiar los libros de sitio.

El premio internacional de novela “Luis Berenguer”, concedido por el Ayuntamiento de Cádiz ha sido para el escritor Javier Puebla por su novela “La hija de la cucaracha”. Javier Puebla se dio a conocer en 2004 al quedar finalista del premio Nadal con su novela “Sonríe Delgado”.

El Premio de Narrativa Antonin Artaud ha sido para el libro “Pétalos y otras historias incómodas”, de Guadalupe Nettel, un libro de relatos que leí hace unos meses y que me pareció muy interesante.

El premio de Narrativa “Dulce Chacón” ha sido para “Crematorio”, de Rafael Chirbes.

Y dos premios de poesía: el Premio internacional de poesía Claudio Rodríguez ha recaído en Ángel Petisme, por su poemario “Cinta transportadora”. Y Cristina Peri Rossi ganó el Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe.



Por otra parte, y cambiando de tema, el viernes hubo en Madrid dos actos de los que me quiero hacer eco.

En la librería “El bandido doblemente armado” se presentó la colección “Vagamundos”, de la editorial Traspiés, una colección de libros ilustrados. Los dos primeros títulos publicados son: “Donde sueñan los tigres”, de Ana Ayuso, y “Una humilde propuesta”, de Jonathan Swift, ilustrados por Juan Gonzalo Lerma y Sergei Furst respectivamente.

Y en el Bukowski Club se presentó el último libro de Carlos Salem, una recopilación de relatos que lleva por título “Yo también puedo escribir una jodida historia de amor”. La primera novela de Carlos Salem, “Camino de ida” fue distinguida en la Semana Negra de Gijón como la mejor primera novela negra publicada en español este año.

Termino aquí este breve repaso a algunos de los acontecimientos literarios de los últimos días.

domingo, noviembre 23, 2008

La marca de Creta


Óscar Esquivias nació en Burgos en 1972 y tiene ya una considerable obra publicada, destacando quizá su trilogía, compuesta por los títulos: “Inquietud en el Paraíso”, “La ciudad del Gran Rey” y “Viene la noche”. También había cultivado el género del cuento, por supuesto, pero hasta ahora no había reunido sus relatos en un volumen. El libro se titula “La marca de Creta” (Ediciones del Viento) y ha sido merecedor del “V Premio Setenil”, en el que un jurado presidido por José María Merino eligió el mejor libro de relatos editado entre abril de 2007 y abril de 2008. En el acta del premio se dice: “estos dieciséis cuentos demuestran la enorme variedad de intereses y registros de Esquivias y su capacidad para sugerir en pocas páginas la inagotable riqueza de la vida”.

Son relatos independientes entre sí, entrelazados por el estilo pulcro y cuidado del autor, porque Oscar Esquivias escribe con precisión de cirujano y, si en sus novelas puede dejarse llevar por la historia en algunos momentos, en los relatos se muestra contenido y exacto. “La marca de Creta” es un libro que se disfruta de principio a fin, un libro francamente recomendable y una buena manera de conocer a un autor de trayectoria imparable y que, seguro, aún tiene que dar mucho que hablar. Un autor discreto que no necesita nada más que su trabajo para ganar lectores.
En sus historias subyace siempre una preocupación por las relaciones humanas, centradas en la familia, la pareja y la amistad. Sus personajes alcanzan una sorprendente consistencia y se mueven en un mundo convencional, entre imposturas y relaciones forzadas, buscando su propia identidad.

“Maternidad” nos cuenta la historia de una mujer que acoge en su casa a un muchacho que busca una habitación de alquiler y llama a su puerta por error, una relación que irá poco a poco adaptándose a la que mantendría cualquier madre con su hijo. En “El padre del fotógrafo” es el hijo quien acoge en su casa al padre ya anciano, un padre no querido con quien se establece una relación fría, cargada de rencor. “La reina del puré”, pese a su brevedad, ofrece una demoledora estampa familiar. “El origen de las especies” se centra en la relación de dos mujeres que manifiestan sus enfados dejando de realizar las tareas del hogar; y cuyas reconciliaciones se sellan con agotadoras jornadas de limpieza, lo cual constituye un eficaz recurso para que Esquivias nos hable del deterioro de su convivencia. “Formas de morir” narra las consecuencias en una familia de la trágica muerte del padre. “El sistema de la tragedia” se centra en la llegada de un hombre a la vieja casa familiar, tras el fallecimiento de la madre, para hacerse cargo de los bienes, y en el enfrentamiento con su hermana. Otras historias, como “Las fiesta más divertida” o “Hijos de Dios” hablan del proceso de madurez, de la salida del refugio familiar para enfrentarse al mundo. Historias y personajes que se nos presentan con gran realismo, historias que crecen más allá de su extensión en el libro, que van recorriendo diversas etapas de la vida y que parecen ordenarse respetando un orden biológico para finalizar con el relato más extenso de todos, el que da titulo al libro, “La marca de Creta”, que se centra en las reflexiones de un anciano que realiza una peculiar valoración de su existencia. Pero en este recorrido que he señalizado destacando unas cuantas historias, hay mucho más: personajes tangenciales, relatos que parecen salirse del esquema marcado para mayor riqueza del conjunto, como “Biológicas: una lectura providencial”, que cuenta la historia de una mujer capaz de predecir el futuro de los recién nacidos de su localidad que, por una u otra causa, van a alcanzar la celebridad. Un libro en el que tiene un lugar destacado el tono distanciado del narrador, punteado con dosis de un humor amargo.
Si en las historias de Esquivias destacan sus personajes, no es menos cierto que ocupa un lugar relevante también la ciudad en la que se mueven. Burgos y su entorno se convierten en otro de los motivos conductores del libro. Motivos que se cruzan, como si de una partitura musical se tratara, en el recorrido hipnótico que nos brinda la prosa rica, elaborada y amena del autor.


viernes, noviembre 14, 2008

Encuentros

Desde que terminé el servicio militar, hace ya más de veinte años, nos habremos encontrado unas cinco veces. Esto quiere decir que nos vemos, aproximadamente, una vez cada cinco años. Vamos cambiando, nuestro pelo se va volviendo cano, o va cayendo, y de año en año ganamos kilos de más. Pero la alegría de nuestros encuentros es sincera. Son breves, porque él va conduciendo o voy conduciendo yo, y apenas nos da tiempo a intercambiar un par de frases, pero cuando se aleja me queda una sonrisa en el rostro que perdura bastante tiempo. El otro día lo volví a ver. Un taxi se detuvo a mi lado, bajó la ventanilla y escuché su saludo: “¡Qué pasa, pues!”

Hicimos la mili en Zaragoza, y allí se escuchaba mucho el “pues” como muletilla, de modo que el saludo es una referencia a lo que nos une: nuestra estancia en el cuartel de artillería antiaérea de Garrapinillos. Él era el peluquero. Recuerdo perfectamente cuando lo designaron para ese puesto. Era un muchacho alto, de ademanes bruscos, que no quería ser peluquero de ninguna forma, pero en aquella situación pocas cosas eran discutibles. Sin embargo, al poco tiempo, cuando paseabas con él por el cuartel, decía: “¿ves a ése?” y a continuación exclamaba: “A ése le corté el pelo yo; ¿a que está bien?”
Era una persona que siempre veía el lado positivo de las cosas. Siempre lo he visto con una enorme sonrisa iluminándole la cara.

Cuando iba de permiso a casa, su madre le contaba a todo el mundo que era peluquero y se pasaba el fin de semana cortando el pelo a los hijos de las vecinas. Nos lo contaba riendo. Yo pensé que era posible que se pusiese a trabajar de peluquero al acabar la mili, pero no fue así. La primera vez que lo encontré conducía un camión de reparto de refrescos. Me lo enseñó con orgullo, siempre contento, siempre riendo.

Ahora conducía un taxi. Me asomé y vi su rostro sonriente. Le estreché la mano. Me dijo que había cambiado el camión por el taxi. Le dije que mi hija mayor cumplía ese mismo día quince años. Nos alegramos de vernos y nos separamos. El semáforo se puso en verde y lo vi alejarse. Quedé mirándolo, con media sonrisa en la cara, con ganas de haber charlado más rato con él, preguntándome cuándo volveríamos a vernos.
Luego, no sé por qué, me dio por pensar que llegará un momento en que ya no nos encontraremos más, y probablemente no seremos conscientes de ello.

viernes, noviembre 07, 2008

Entradas de cine


Cuenta Medardo Fraile en “Entradas de cine” que Rafael Azcona llegó a escribir un guión sobre la novela “Autobiografía”, de la que destacó su erotismo.

“Lo hizo en 1989 con el título de El Laberinto, y se encargó él mismo de buscarle un productor, Eduardo Ducay Berdejo, cuyo último éxito había sido El bosque animado. Ducay me compró los derechos y se puso en contacto con José Luis Cuerda para dirigirla, pero éste, después de aceptar, consideró que una oferta que le habían hecho en televisión era más lucrativa”.

¿Qué habrá sido de ese guión? ¿Alguien se decidirá a filmarlo alguna vez? Hay muchas historias que se han quedado en el papel, sin llegar a convertirse en película. Pero tal vez, algún día, alguien se decida a rescatar ese guión de Azcona. Será todo un acontecimiento.

Medardo Fraile es un amante de las películas y sigue fascinado con ellas. Medardo es capaz de encandilar a los demás con sus reflexiones. Pero en este libro no sólo habla de cine. En ningún momento adopta una posición elevada o pedante para desgranar aspectos técnicos que los comunes mortales no habremos captado, sino que, por el contrario, nos habla de cine desde la butaca de al lado, aprovechando el tema para hablarnos de sí mismo. El cine y la vida, unidos sin remedio. Desgrana Medardo los recuerdos que le asaltan al ver determinada película, o las reflexiones que le suscita cierto elemento fílmico, su forma de ver el mundo, su vida ligada a las imágenes cinematográficas, las películas como parte de la propia biografía.
El cine se ha convertido en elemento importante de nuestra educación, de nuestra formación personal. Momentos, ideas y opiniones pueden ir ligados a una determinada escena, a una línea de diálogo.

Muchos de los artículos reunidos en este libro fueron publicados en la revista “Nikel Odeon”, otros en ABC, añadiendo uno publicado en “Lateral” y dos conferencias que permanecían inéditas. Un conjunto reunido en la primera parte del libro, titulada precisamente “Entradas de cine”, un título, por cierto, que me parece magnífico. La siguiente sección lleva por título “Cortometrajes” y reúne algunos textos publicados en “Diarios del Sur” y, por último, dos “Sesiones de cine” que suceden en los relatos “Ojos inquietos” y “Retorno a lo intangible”, todo un lujo.

Habla con admiración de Jane Fonda: “en Jane Fonda intuimos siempre un resto de virginidad inextinguible, un fondo abierto a las revelaciones, una pasión alerta que busca el milagro de seguir hinchando el globo de colores sin sospechar que se rompa”; de las películas basadas en obras de Hemingway: “es fama que Hemingway, a pesar de su invariable descontento con el tratamiento que el mundo del cine daba a sus obras, jamás se preocupó de ver hasta el final ninguno de los films basados en ellas; o se marchaba antes, o se dormía en la butaca”; de “Volver a empezar”, donde nos cuenta que “el film de José Luis Garci comenzó a volverse, para mí, incómodamente personal”; de Orson Welles, de Marilyn Monroe, de Frank Sinatra o de Buñuel, textos todos amenos y directos que, con humor, trascienden los límites del artículo y nos llevan más allá, hacia el espacio que se comparte con un amigo, el terreno neutral de una agradable charla.

“Cuando se dice que un film [...] es el más bello que uno ha visto en la vida, debería llegar más lejos, hasta sorprenderse de esa afirmación e indagar los porqués del entusiasmo, no tanto en la factura del film como en uno mismo, tratando así de conocerse mejor”.

El pasado 24 de Octubre se presentó el libro en el Círculo de Bellas Artes, en Madrid. Medardo Fraile estuvo acompañado por José Luis Garci, Lourdes de Orduña, Juan Cobos y Antonio Huerga. Entre el público, Eduardo Torres-Dulce, Angelina Lamelas, Ángel Zapata, etc. La sala estuvo abarrotada. La charla fue cálida y amena. Fue un privilegio haber podido estar allí.

miércoles, noviembre 05, 2008

El hombre

En 1964, Irving Wallace escribió una novela titulada “El hombre”, que trataba sobre la posibilidad de que un hombre negro llegara a ser presidente de los EE. UU. Este era el texto de la contraportada:

¿Puede un negro llegar a ser presidente de los Estados Unidos? ¿Es posible que logre superar las infranqueables barreras - intereses monopolísticos, grupos de presión, racismo, indiferencia, inoperancia del sistema electoral americano - que indudablemente encontrará a su paso? E incluso en el caso de que consiga franquear todos estos escollos, ¿podrá llevar adelante su empeño de transformar el país, de convertirlo en una auténtica democracia?
En EL HOMBRE, el lector hallará la respuesta a esa serie de interrogantes. Como consecuencia de un terrible accidente, y según prevén las normas de la actual Constitución norteamericana, Douglass Dilman se convierte en el primer presidente negro de los Estados Unidos.
Las repercusiones - públicas y privadas - de esta elección son inmediatas. Dilman, que está en el gobierno pero no tiene el poder, intenta llevar adelante su programa tratando de superar con decisión los problemas nacionales y las crisis internacionales, enfrentándose a la pasividad de ciertos sectores, a la incomprensión de otros y a la abierta hostilidad de sus adversarios.
Combinando hábilmente realidad y ficción, Irving Wallace confirma su talla de excepcional novelista y logra darnos un diagnóstico crítico y contundente sobre uno de los más graves problemas que tiene planteados la nación norteamericana.


Hoy recordé la existencia de este libro, está descatalogado, así que lo he pedido por internet a una librería de segunda mano.

Nadie sabe qué pasará en esta legislatura, cómo podrá Obama resolver la difícil situación que se va a encontrar, nadie sabe si podrá hacerlo, si será un buen presidente o no, pero lo que sí es cierto es que hoy se abre una esperanza, la esperanza de que las cosas puedan cambiar a mejor, y eso es algo que nadie puede negar. Es un día histórico.
Acabo de enterarme del fallecimiento del escritor Michael Crichton, a los 66 años de edad, víctima de un cáncer. Murió ayer, el día de las elecciones estadounidenses.

domingo, noviembre 02, 2008

HFS - Atxaga y Martínez de Pisón

Bernardo Atxaga (seudónimo de Jose Irazu Garmendia) e Ignacio Martínez de Pisón mantuvieron una amena conversación con el periodista Luis Alemany en la Iglesia San Juan de los Caballeros. Ambos escritores tienen una sólida trayectoria literaria. Atxaga es autor de “Obabakoak”, “El hombre solo”, “El hijo del acordeonista”, “Esos cielos”, etc. Martínez de Pisón, por su parte, tiene en su haber títulos como “Alguien te observa en secreto”, “Foto de familia”, “Carreteras secundarias”, “El fin de los buenos tiempos”, “El tiempo de las mujeres”, “Enterrar a los muertos”, “Dientes de leche”, etc.
La charla transcurrió cordial, sin gravedad: fue el encuentro de dos amigos que empezaron a hablar de sus cosas, de su manera de afrontar el reto literario.

Dijo Martínez de Pisón que se siente atraído por la literatura que indaga en la realidad, al modo de Amos Oz en “Una historia de amor y oscuridad” o John Lanchester en “Novela familiar”; una literatura del yo.
Bernardo Atxaga opina que es un error considerar que existe un tema al cual uno se acerca. Es un error de concepto, ya que no es así como se escribe. El libro se va haciendo a medida que se va escribiendo.
Ambos fueron tirando del hilo, intercambiando opiniones sobre el oficio de escribir. Dijeron, por ejemplo, que cuanto más compleja es la realidad, más ayuda en literatura hablar de algo cercano. Se intenta poner orden donde no lo hay. La realidad no se puede explicar.
Un escritor debe intentar siempre huir del cliché. Acudir a la realidad no deja de ser un modo de huir del cliché.

En la elaboración de una obra es muy importante eliminar, valorar los errores. Es necesario observarse desde la distancia. También hace falta tener oído para la prosa, ser capaz de percibir la música. Y, sobre todo, tener claro lo que se quiere contar. Cuando uno tiene claro lo que quiere contar, lo cuenta con sencillez.
También señalaron que se debe huir del efectismo. Es un error eludir lo central e ir por el margen con la intención de crear un efecto sentimental. No se puede eludir el sentimiento, es evidente, pero debe manejarse con cuidado, con sobriedad.

Martínez de Pisón dijo que antes creía que si la novela terminaba mal era mejor que si terminaba bien. Pero un día terminó un libro bien y le gustó. Desde entonces, sus libros terminan bien.
Atxaga quiso profundizar algo más en la idea del sentimiento y, tras pensarlo un poco, dijo que las canciones son sentimentales. Si una canción no habla de amor no la oye nadie. Sonrió y habló de un amigo que se había separado y que, en cierta ocasión, le dijo: “Desde que me separé de mi mujer todo lo que me pasa está en los cuarenta principales”.
El tono resulta distendido, un tanto errático, un punto improvisado.

Piensa Martínez de Pisón que su primer libro de relatos era imperfecto. Habla de personajes pequeños y defectuosos.
Interviene Atxaga y dice que es diferente escribir desde la lejanía, uno se hace más osado, como le ocurrió a Salman Rushdie. Empieza Atxaga a hablar como si pensase en voz alta, como si estuviera aclarando sus ideas allí mismo. Habla de que tuvo que escribir una historia sobre gente que conocía, sobre su entorno y, por la historia, se vio obligado a hablar de la tortura, aunque no quería hacerlo, pero la historia lo requiere y a veces no hay más remedio que dejarse llevar por la historia. Y esas cosas pasan cuando habla de su mundo. No quiere adoptar una postura política, tan sólo hablar de la gente que le rodea. En este sentido, en su literatura existe un “nosotros” limitado. No habla en nombre de todos los vascos, ni mucho menos. En este aspecto sería como cuando a Churchill le preguntaron si le caían bien los franceses y contestó “lo siento, no los conozco a todos”. Definitivamente, ha abandonado el “nosotros”.
Por último habló de lo mucho que le había impresionado el viaje que había hecho recientemente a los EE.UU. Ha visitado reservas indias. El mundo de los Apaches, dijo, mueve a la compasión.

Esta fue la última charla a la que asistí en el Hay Festival de Segovia. Procuraré seguir asistiendo a próximas ediciones y contarles lo que allí vea.