Escribe Paul Bowles en “Memorias de un nómada”: El placer consistía en inventar un nuevo problema y dar con la forma de resolverlo. El problema que me planteaba no era distinto al que describía Raymond Roussel en “Comment j’ai écrit certains de mes livres”. Digamos que empezaba con cuatro fragmentos distintos (anécdotas, citas o simples frases fuera de contexto) tomados de distintas fuentes y que incluían una serie de personajes completamente diferentes. La tarea consistía en inventar una trama narrativa de conexión que lograra que los cuatro elementos originales sustentaran por igual la obra resultante.
Es algo que siempre me ha parecido un buen ejercicio para intentar salir de un periodo de bloqueo, aunque en verdad no sé si da resultado.
Creo que todo escritor ha experimentado alguna vez un periodo de bloqueo, una época en la que parece que no se le ocurre nada. Se sienta ante el ordenador y las ideas no vienen, y se entretiene haciendo esto o aquello, pero no avanza en la redacción de ningún texto. Es una sensación angustiosa que genera una insoportable ansiedad.
Victoria Nelson escribió un libro muy interesante titulado “Sobre el bloqueo del escritor” (Ediciones Península). Y me parece una buena terapia recurrir a sus páginas de vez en cuando. El libro se inicia con una cita de Kafka: 7 de junio. Mal día. Hoy no he escrito nada. Mañana no tendré tiempo. Imagino que todo aquel que desea escribir se hace una idea de la angustia contenida en esa frase: mañana no tendré tiempo. De hecho, el motivo principal del bloqueo es la autoexigencia. A veces, uno se impone una meta demasiado ambiciosa y el cuerpo se frena, avisa. Tal vez nos hemos propuesto escribir una obra maestra, perfecta, compleja, pero la primera frase no se presenta. O quizá hemos reservado dos días para escribir todos los textos que tenemos pendientes, en la cabeza, y cuando llega el momento, ninguno parece materializarse. Y la incapacidad de abordar el trabajo autoimpuesto crea más ansiedad y, por consiguiente, menos concentración.
La autora escribe:
El tiempo elegido para escribir es una decisión muy personal. Pero el cuerpo y las emociones se rebelan, a menudo, contra cualquier trabajo forzado.
(…)
¿Qué pasa si está decidido a escribir a pesar de llevar una vida abrumadoramente ocupada? Algunos —muy pocos— asumen la responsabilidad de la distribución de su tiempo de la siguiente manera: «Debo atenerme a este programa porque otras vidas dependen de que me gane el sueldo, pero, a pesar de los pesares, arañaré una hora o dos cada día para mí, porque quiero escribir». Esta decisión requiere sacrificio, aguante, y un tipo especial de coraje para mantener felices tanto al adulto como al niño. Representa un giro crucial en el que surge un pequeño número de escritores en ciernes de entre las filas de quienes se limitan a desear escribir.
(…)
Calentarse significa aprender de nuevo a jugar como un niño y es una actividad que consta de los siguientes pasos fáciles. En primer lugar, permítase no hacer nada hasta sentir una urgencia profunda y genuina de escribir algo concreto. A continuación, escriba sólo lo que quiera escribir. Escriba donde y cuando desee hacerlo. Escriba tanto o tan poco como le apetezca. Cuando se canse de escribir, déjelo.
Pero no creo que sea una tarea fácil. No es una meta cómoda.
Hay tantas cosas por hacer: libros por leer, textos por terminar, ideas por desarrollar…
Ay, mañana no tendré tiempo…
Es algo que siempre me ha parecido un buen ejercicio para intentar salir de un periodo de bloqueo, aunque en verdad no sé si da resultado.
Creo que todo escritor ha experimentado alguna vez un periodo de bloqueo, una época en la que parece que no se le ocurre nada. Se sienta ante el ordenador y las ideas no vienen, y se entretiene haciendo esto o aquello, pero no avanza en la redacción de ningún texto. Es una sensación angustiosa que genera una insoportable ansiedad.
Victoria Nelson escribió un libro muy interesante titulado “Sobre el bloqueo del escritor” (Ediciones Península). Y me parece una buena terapia recurrir a sus páginas de vez en cuando. El libro se inicia con una cita de Kafka: 7 de junio. Mal día. Hoy no he escrito nada. Mañana no tendré tiempo. Imagino que todo aquel que desea escribir se hace una idea de la angustia contenida en esa frase: mañana no tendré tiempo. De hecho, el motivo principal del bloqueo es la autoexigencia. A veces, uno se impone una meta demasiado ambiciosa y el cuerpo se frena, avisa. Tal vez nos hemos propuesto escribir una obra maestra, perfecta, compleja, pero la primera frase no se presenta. O quizá hemos reservado dos días para escribir todos los textos que tenemos pendientes, en la cabeza, y cuando llega el momento, ninguno parece materializarse. Y la incapacidad de abordar el trabajo autoimpuesto crea más ansiedad y, por consiguiente, menos concentración.
La autora escribe:
El tiempo elegido para escribir es una decisión muy personal. Pero el cuerpo y las emociones se rebelan, a menudo, contra cualquier trabajo forzado.
(…)
¿Qué pasa si está decidido a escribir a pesar de llevar una vida abrumadoramente ocupada? Algunos —muy pocos— asumen la responsabilidad de la distribución de su tiempo de la siguiente manera: «Debo atenerme a este programa porque otras vidas dependen de que me gane el sueldo, pero, a pesar de los pesares, arañaré una hora o dos cada día para mí, porque quiero escribir». Esta decisión requiere sacrificio, aguante, y un tipo especial de coraje para mantener felices tanto al adulto como al niño. Representa un giro crucial en el que surge un pequeño número de escritores en ciernes de entre las filas de quienes se limitan a desear escribir.
(…)
Calentarse significa aprender de nuevo a jugar como un niño y es una actividad que consta de los siguientes pasos fáciles. En primer lugar, permítase no hacer nada hasta sentir una urgencia profunda y genuina de escribir algo concreto. A continuación, escriba sólo lo que quiera escribir. Escriba donde y cuando desee hacerlo. Escriba tanto o tan poco como le apetezca. Cuando se canse de escribir, déjelo.
Pero no creo que sea una tarea fácil. No es una meta cómoda.
Hay tantas cosas por hacer: libros por leer, textos por terminar, ideas por desarrollar…
Ay, mañana no tendré tiempo…
