Una antología de relatos de escritores jóvenes e inéditos. Uno de los autores es Matías Candeira, amigo de este espacio. A través de su
blog y del correo electrónico, anunció a bombo y platillo la presentación del libro en “La casa encendida” de Madrid. Por fortuna, las circunstancias me permitieron asistir a dicho acto.
Me senté en la última fila. El salón estaba abarrotado de gente, lo cual demuestra la eficacia de internet como medio de comunicación. Recuerdo que asistí a la presentación de un libro de Lorenzo Silva en la Fnac de Valencia y entre todos sumaríamos, poco más o menos, unas diez personas. En el salón de “La casa encendida” calculo que rondaríamos la centena, y no creo que exagere demasiado, por muy malo que sea calculando, que lo soy.
El acto estuvo lleno de frescura y de ilusión. Los autores subieron por turno al escenario y dijeron una palabras, casi unánimemente de agradecimiento, como si fuera una entrega de premios, y no era para menos, pues que te publiquen, en contra de lo que mucha gente piensa, no es algo fácil, por eso cuando ocurre el autor se siente emocionado y agradecido. Tímidos, ilusionados y simpáticos, amenizaron el acto. Cuando acabó saludé a Matías, pese a que tuve la tentación de permanecer en el anonimato. También salude a Ángel Zapata, lo cual me hizo mucha ilusión. Y también estaba Fernando Jáuregui, atento a la intervención de Ignacio Jáuregui, quien, por cierto, fue el que pronunció uno de los discursos más divertidos, pese a su brevedad.
Un acto de altura, como se puede comprobar.
“Parábola de los talentos” es un libro desigual, como no podía ser de otra manera, ya que incluye autores con muy diferentes inquietudes, y no digo esto como algo negativo, pues su lectura resulta interesante, sino como un elemento característico del libro, donde encontramos fantasía y realidad, humor y drama, ejercicios de estilo, anécdotas que encierran un secreto y otras que se quedan vacías. Un conjunto heterogéneo también en los resultados. Añadiré que no es suficiente para saber cuántos de estos autores se harán con un mundo propio y tendrán algo que decir en el futuro. Como aspectos a corregir, bajo mi punto de vista, ciertos elementos que aparecen en algunas narraciones para luego quedarse perdidos, sin significado, o cierta información prescindible y que resta sorpresa a lo que se cuenta. Por otra parte, me ha llamado la atención que los modelos tienden más a Cortázar, a Calvino, a Borges… que a autores como Carver o Tobías Wolff. Yo diría que he encontrado más “realismo mágico” que “realismo sucio”.
Los autores aparecen ordenados por orden alfabético. El primero es
Matías Candeira, de quien se publican tres relatos, imaginativos, muy bien escritos, con cierto toque fantástico en dos de ellos: el desamparo de esa familia que afronta el final de su nevera como si se tratara del fallecimiento de uno de sus miembros, o el hombre que vive sumergido en un barreño. Yo prefiero el tercero, “Teatro”, por su simplicidad.
Maria José Codes narra un reencuentro con el pasado. Un relato de recuerdos y de aire nostálgico. Los dos relatos de
José Delclaux son exagerados, en ellos juega con los contrastes. La terrible conversación en un contexto de inexplicable normalidad, o el dolor del honor herido ante la inminencia del Apocalispsis. Un autor con un ácido humor negro y un trasfondo moral.
Aldara Fernández de Córdova presenta dos relatos en los que la tragedia irrumpe en una felicidad edulcorada, de forma inesperada, con un árbol de Navidad que aparece en el jardín en pleno mes de julio o con la desaparición de una mascota.
Elena González, por su parte, nos habla en sus trabajos del contraste entre el mundo rural y el urbano. La reivindicación de lo natural frente a lo artificial. Los dos relatos de
Elena del Hoyo hablan de secretos, de deseos que parecen esconder algo más debajo de su ambigüedad.
Ignacio Jáuregui, nos ofrece una aventura en el desierto, de corte clásico, y un ejercicio de estilo; eso sí, ambos caracterizados por el sentido del humor y un ritmo sostenido.
Julio Jurado, presenta unos relatos de género fantástico, aunque el primero estaría más cercano al terror.
Juan Carlos Márquez propone otro juego literario, quizá el más original y arriesgado, de estilo pulcro y temática cercana a los sueños y a la locura.
Inés Mendoza juega en sus relatos con la perplejidad. El primero es una historia sobre una obsesión y el segundo una fantasía simpática.
José Luís Pereira presenta dos relatos que consiguieron conmoverme. Historias llenas de aciertos, impecables, con cuidado de los detalles, y en las que los elementos perturbadores no son gratuitos, sino que otorgan densidad al conjunto.
Enrique Triana, por último, ofrece dos historias muy dispares: una bastante gore y otra más clásica y, para mi gusto, mejor elaborada, aunque ambas igualmente opresivas, asfixiantes.
Les deseo la mejor de las suertes a todos ellos.